El mejor soldado

Sin ser militar ni tener absolutamente ningún antecedente militar en mi familia, confieso que suelo sentir gran atracción por ciertas cuestiones caballerescas que hacen a las milicias de otras épocas. Y francamente, me considero un aspirante a ser un soldadito del ejército de mi Capitana, la Virgen, peleando bajo la bandera del Reino de Dios. Así, yo creo que la gran meta de nuestra vida es la de ser un soldado del Señor, un buen soldado luchando por la causa de la Salvación, en esta gran batalla que vivimos entre los hijos de la Luz y la oscuridad que amenaza envolver al mundo.

Y siendo miembros de tan Celestial Milicia, es bueno tratar de entender los criterios del mando Supremo, a la hora de organizar las misiones y asignar la tropa adecuada a cada desafío que se plantea en el campo de batalla. Veamos, si tú fueras el general de un ejército, y tuvieras distintas clases de soldados, ¿qué criterio adoptarías respecto de tu juicio sobre cada uno de ellos?. Tema difícil, si lo hay. Encontrarás elementos valientes pero insensatos, o faltos de experiencia pero deseosos de ir a la lucha, también tendrás a tu disposición casos experimentados pero desgastados por batallas pasadas, o gentes bien formadas pero faltas del temple y coraje necesarios para la lucha. Y por supuesto, tendrás a mano también a aquellos por los que sientes una atracción especial, por su buena disposición, aptitud para la batalla, capacidad de mando, temple, formación. En fin, ¡tus mejores recursos, tus mejores soldados!.

Huellas de Jesús

Apuesto a que luego de varias batallas, habiendo convivido con el peligro, con la muerte de algunos de los tuyos, y estando dispuesto a enfrentar siempre una nueva causa, te sentirás unido afectivamente a tus mejores recursos. Un lazo de amor inquebrantable y basado en las experiencias vividas, te hará sentirte hermanado con aquellos que más han dado, con los que han puesto todo de sí por la causa. ¡Es que ellos han dado amor, hasta el limite!. Si, arriesgarse y dar todo por los demás, es amor, puro y simple amor. No es que no ames a tus otros soldados, te sientes a cargo y responsable por todos. Pero en tu corazón se derrama con distinta intensidad la unión con aquellos que más han dado, respecto de quienes sólo cumplen con su obligación.
¿Ahora ya te sientes el general a cargo del ejército?. Mira, tu comandante te ha llamado y te ha asignado una misión muy difícil, una que pone en juego el resultado de toda la guerra, que determina que ocurrirá a tu gente, su seguridad, su futuro, su bienestar. Una misión que permite la salvación o la perdición de muchos. Tienes que enviar a uno sólo de tus hombres, uno sólo. Las probabilidades de que salga con vida son escasas, muy escasas. ¿Qué hacer?. Si envías al mejor de tus hombres, al que más amas, estás haciendo lo mejor que está en tus manos respecto de poder salvar a tu gente, pero él seguramente morirá. Si, en cambio, proteges a tu mejor hombre por el amor que sientes por él, y envías a otro, ¿qué estás haciendo con tu responsabilidad como líder de misión?.

La respuesta es simple: a tu mejor soldado no lo envías a un desfile militar, lo envías a las misiones más difíciles, a las peores y más riesgosas acciones de guerra, siempre, porque el objetivo es ganar la batalla. Y confías en que será capaz no sólo de tener éxito, sino también de sobrevivir. Pero si le toca morir, lo hará con amor y con honor, ¡por eso es tu mejor soldado!.

Creo que Dios actúa de ese modo con todos nosotros: nos pide ser siempre mejores soldados, para que Él nos pueda enviar cada vez a misiones más difíciles, que nos colocan a riesgo cierto de sufrir daños de todo tipo, pero que también dan la medida de nuestro amor por nuestro Ejército, nuestra Patria Celestial. La medida de nuestro amor por El es esa entrega, y la medida del amor de El por nosotros es permitirnos ser sus más fieles defensores, sus soldados más valiosos.

Ahora que sabes como piensa nuestro Mando Supremo, busca ser el mejor soldado, no porque no enfrentarás dificultades al hacerlo, ¡todo lo contrario!, sino porque tu vida tendrá sentido entonces. Sufrir, correr riesgos, enfrentar adversidades será un dulce alimento para tu alma, porque sabrás que Dios mirará con alegría tu entrega incondicional a Su Causa, la Causa de la Salvación. Y no te sorprendas cuando Jesús, a través de Su Madre, te envíe nuevas y más difíciles misiones. Vívelo con alegría, eso sólo quiere decir que Ellos te miran sonriendo y te dicen:

¡Eres nuestro mejor soldado!