He pensado que el poder olvidar es también un Don de Dios, es el equivalente a la cicatrización de las heridas, pero en el corazón...
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Cuando vemos el gesto de un hijo o una hija que nos sorprende con un signo de madurez, no podemos dejar de emocionarnos hasta las lágrimas mientras nuestro corazón exclama en un grito ¡ese es mi hijo! (ver artículo)
Por un momento pensemos en la Presencia Eucarística de Jesús: El está allí, llamándonos desde Su Verdadero Cuerpo y Sangre. Sin embargo nosotros, ¿cuántas veces lo olvidamos...? (ver artículo)