El poeta y pintor, David Jones, se convirtió en una misa de campaña

David Jones (1895-1974) se convirtió al catolicismo tras contemplar una escondida misa de campaña durante la batalla del Somme, y en sus últimos años dio la batalla por la conservación de esa misma misa. La fama como pintor y poeta modernista le acompañó en vida, pero no ha logrado el mismo reconocimiento público que otros grandes literatos conversos de su tiempo. K.V. Turkey contribuye a remediar esa injusticia con un reciente artículo en Crisis Magazine:

Reconocimiento a un artista católico muy olvidado

Contrariamente a lo que pasó con Waugh, Greene y Tolkien, David Jones no es un nombre que citen muchos católicos interesados en el renacimiento literario católico del siglo XX. Y es una pena. No sólo por los triunfos literarios y artísticos que alcanzó Jones a mediados del siglo pasado, sino porque este talentoso y versátil erudito fue un converso devoto que comprendió su arte a la luz de la Encarnación, y que escribió sobre el arte como si fuera un sacramento.

David Jones. Engraver, Soldier, Painter, Poet [David Jones. Grabador, soldado, pintor, poeta], obra escrita por Thomas Dilworth, es la biografía más reciente y definitiva sobre Jones, y despertará un renovado interés por los distintos aspectos de la creatividad de este londinense.

David Jones nació en 1895, hijo de madre cockney [londinense del este obrero] y padre galés. Londres y Gales tuvieron un papel fundamental en su formación: emocional, cultural e intelectualmente. Su típica infancia eduardiana acabó abruptamente, como sucedió para muchos, con el inicio de la Primera Guerra Mundial. Con sólo dieciocho años, Jones se enroló en el Batallón Galés de Londres de los Reales Fusileros Galeses. Pasó 117 semanas en el frente occidental, mucho más que cualquier otro escritor británico. Sus experiencias de guerra le marcaron, y le persiguieron el resto de su vida. Dilworth escribe que incluso en 1971, Jones seguía diciendo que sus experiencias, sobre todo lo que vivió en el Somme en 1916, fueron tan terribles que “mi mente no puede liberarse de ellas”. Según Dilworth, las fobias que Jones desarrolló a lo largo de los años tienen su origen en el horror de las trincheras.

Algo más sucedió en el Somme, aunque esto, probablemente, tuvo un impacto más profundo en la vida de Jones, más que cualquier otra cosa que le hubiera pasado antes o que le pasó después: participar en una misa por primera vez.

Un domingo lluvioso en que estaba fuera de servicio, el fusilero Jones caminaba por la retaguardia buscando leña para el fuego. Llegó a un establo donde pensó que tal vez encontraría algo de madera. Ojeando a través de la empalizada, vio dos velas y un hombre vestido con hábitos litúrgicos frente a una pila de cajas de munición cubierta con una tela blanca. Media docena de hombres le rodeaban, arrodillados. De repente, el tintineo de una campana rasgó el silencio, seguido por unas palabras en latín, pronunciadas con suavidad. Jones sintió “maravilla” ante esta escena: se dio cuenta de que era una misa católica, que se estaba celebrando en el frente.

Misa en la guerra

Aunque menos nutrida, la escena que presenció el soldado David debió ser similar a ésta.
Aquí puedes ver doce imágenes de misas de campaña durante la Primera Guerra Mundial.

Jones había crecido en un hogar cristiano. Su madre era anglicana, su padre era inconformista [miembros puritanos integrados en la Iglesia anglicana y que, a pesar de su pertenencia a esta Iglesia, no aceptan todos sus preceptos]. Jones tenía, por lo tanto, un excelente conocimiento de la Escritura adquirido desde su tierna infancia: según Dilworth, tan bueno, si no mejor, que cualquier otro escritor importante del siglo XX. Sin embargo, en el periodo en que Jones “vio” por primera vez una misa, ya se sentía atraído intelectual y estéticamente por el catolicismo. Ese instante de sacramentalidad no buscada le impresionó profundamente. Nunca lo olvidó. De hecho, sus ideas posteriores sobre el arte como “sacramento” fueron su norte constante.

Después de la guerra, Jones volvió a Londres, donde se inscribió en la Westminster Art School. Poco tiempo después, empezó a ir a misa a diario a la catedral de Westminster, donde admiraba las Estaciones del Via Crucis, obras del escultor y artista Eric Gill (1882-1940), realizadas hacía poco.

El sacerdote que recibió, al cabo de un tiempo, a Jones en la Iglesia en 1921 fue el padre John O’Connor, el mismo que había sido el instrumento para la conversión de G.K. Chesterton y que este escritor utilizó como modelo para su detective de ficción, el padre Brown. Fue el padre O’Connor quien puso en contacto a Jones y a Gill.

Cuando se convirtió al catolicismo, Jones se fue a vivir a la colonia de artistas fundada por Gill. Esta comunidad semi-monástica conocida como el Guild of St Joseph and St Dominic [el Gremio de San José y Santo Domingo] estaba situada en Ditchling, en Sussex. Durante su estancia, Jones aprendió varias expresiones artísticas, como el grabado y la pintura y, además, vio qué era el catolicismo como estilo de vida.

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Eric Gill y David Jones, junto con otros artistas con inquietudes espirituales, también convivieron en el monasterio de Capel-y-ffin, en la frontera entre Gales e Inglaterra. Jones plasmó en un cuadro su visión del lugar (ver abajo el vídeo).

Al cabo de un tiempo, en 1924, Jones dejó el Gremio -algunos de los componentes se habían trasladado de Sussex a Gales- y volvió a Londres. Este periodo está caracterizado por un cambio gradual en la dirección artística de Jones. A partir de entonces, relata Dilworth, su obra sufre una serie de cambios en el tono, desde la escultura hasta la pintura y la poesía.

Triunfo con los amigos, fracaso con las mujeres

David Jones: Engraver, Soldier, Painter, Poet es también un libro bellamente realizado, con muchas reproducciones del trabajo artístico y los grabados de Jones. También hay muchas fotografías de los lugares y las personas que formaron parte de la vida del artista, lo que enriquece mucho el texto. Dilworth hábilmente sitúa a Jones en su tiempo, y esto es especialmente sorprendente cuando el autor presenta las distintas figuras públicas que conocieron a Jones y fueron sus amigos.

Aunque Jones vivía modestamente, con una aparente distancia monástica de las posesiones y la riqueza, era un visitante bienvenido y amado en las casas de los ricos y poderosos, desde Downing Street al Palacio de Buckingham, pasando por la casa de T.S. Eliot (su editor en Faber and Faber). En los últimos veinte años de su vida, a partir de los años 50 en adelante, Jones vivió en una habitación parecida a una celda monástica en Harrow, en el noroeste de Londres. Y, sin embargo, esta minúscula habitación de una casa compartida fue testigo de una procesión constante de compositores, poetas, estrellas de cine, actores, artistas, escritores y políticos que iban a visitar a Jones.

Cuando Stravinsky le visitó en su fría habitación, se quedó profundamente impresionado y salió diciendo: “He estado en presencia de un hombre santo”. Jones tenía el don de la amistad y tenía amigos en todo el espectro social, algo realmente notable si se tiene en cuenta, tal como observa Dilworth, que sufría de agorafobia, a la que se añadieron ataques de pánico en los últimos años de su vida, algo que le hacía vulnerable a la tentación de retirarse totalmente del mundo.

Las relaciones ardientes y, a menudo, emocionalmente tensas (por su parte) de Jones con las mujeres están descritas con sensibilidad. Ninguna terminó en matrimonio. Muy pronto en su vida Jones se dio cuenta de que era temperamentalmente inadecuado para el matrimonio, algo con lo que las mujeres de su vida llegaron a estar de acuerdo.

Durante los años que pasó en Ditchling, y posteriores, Jones tuvo una relación intensa, pero a la larga infeliz, con la hija de Gill, Petra. Este patrón se repitió a lo largo de su vida: devoción pasional por su parte, seguida del matrimonio, a su debido tiempo, de la mujer amada con otro. El bienestar emocional de Jones era frágil, y esta intensidad romántica lo ponía de relieve. Era inevitable que, después de estas experiencias, apareciera un periodo de depresión.

A diferencia de muchos artistas, y sobre todo poetas, Jones obtuvo reconocimiento durante su vida y recibió varios premios, además de una pensión del estado por su servicio a la literatura. Excepcionalmente también, los poetas contemporáneos suyos le trataban como a una celebridad. Eliot era un gran admirador suyo y de su obra In Parenthesis (1937) escribe que es “obra de un genio”. W.H. Auden pensaba que su largo poema eucarístico The Anathemata (1952) era “el mejor poema escrito en inglés de este siglo”. Todas estas alabanzas no cambiaron para nada a Jones. Él siguió pintando, escribiendo, dibujando y rezando.

Jones fue silenciosamente devoto durante toda su vida. Dilworth, en su biografía, nos cuenta su participación en la misa cada domingo y en la confesión, nos habla de su usado libro de oraciones y su misal, de su amor por la liturgia en latín. Jones lamentaba los cambios litúrgicos introducidos en la era posconciliar, echaba de menos las formas musicales y el silencio de la “misa antigua”. De hecho, Jones fue uno de los firmantes de lo que llegó a conocerse informalmente como The Agatha Christie Indult -el permiso de 1971 de seguir celebrando la misa tridentina en Inglaterra-, llamado así porque se dice que el Papa Pablo VI inmediatamente aceptó la petición al ver, entre otros, el nombre de la famosa escritora de novelas de misterio.

Cristo de David JonesLa petición a Pablo VI decía: “Este rito, en su espléndido texto latino, ha inspirado multitud de inestimables obras artísticas: no solo obras místicas, sino también obras de poetas, filósofos, músicos, arquitectos, pintores y escultores de todas las naciones y épocas. Por tanto, pertenece a la cultura universal no menos que a los eclesiásticos y personas formalmente cristianas… Los signatarios de este llamamiento… quisieran llamar la atención de la Santa Sede sobre la terrible responsabilidad en la que incurriría ante la historia del espíritu humano si rechazase permitir la supervivencia de la misa tradicional”. Lo firmaban personas católicas y no católicas, entre ellas escritores como Agatha Christie, Iris Murdoch, Graham Greene, Robert Graves o el propio David Jones, músicos como Vladimir Ashkenazy y Yehudi Menuhim, estudiosos como Harold Acton o Malcolm Muggeridge… La iniciativa logró su objetivo solo in extremis y a medias, pues se limitó a Inglaterra. Pincha aquí para leer una historia de los hechos y ver la lista completa de firmantes.

En David Jones: Engraver, Soldier, Painter, Poet, Dilworth consigue unir la vida privada de David Jones, el hombre, con la vida pública de Jones, el artista, en un todo identificable y ameno. Dilworth está bien dispuesto hacia la figura de Jones, aunque no está ciego a las fobias y excentricidades del artista. Sobre la cuestión del catolicismo de Jones, el retrato que hace Dilworth del artista es total: Jones es un pecador y también un devoto, un creyente que lucha, de vez en cuando, para dar sentido a su fe, una persona que, hasta el final, -murió en 1974-, nunca perdió ese sentido del asombro por el misterio que vio por primera vez en un campo de batalla, mientras se celebraba la misa.

“El Sanctus Christus de Capel-y-ffin”, cuadro de 1925. Fuente: Tate.

Dilworth sostiene que David Jones era un original británico sui generis. Tal vez por esta razón Jones sigue estando olvidado hoy en día. Incluso quienes están interesados en la poesía inglesa del siglo XX raramente leen sus libros. Como mucho, es una figura de culto para unos pocos. Y, sin embargo, Dilworth sostiene que el lugar de Jones está entre las grandes figuras literarias de la era moderna: Joyce, Eliot y Pound. Dilworth concluye su biografía declarando que Jones “tal vez sea el modernista [literariamente hablando] británico más destacado” y que su “vida creativa es probablemente el mayor logro existencial del modernismo internacional”. Estas afirmaciones son especialmente interesantes dado el catolicismo sincero y manifiesto de Jones, un rasgo claramente evidente en toda su obra y, gracias a esta biografía, un rasgo que será objeto de futuras investigaciones.

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Fuente: Religión en Libertad
Traducción de Elena Faccia Serrano