Santa Mónica, madre de San Agustín

Mónica significa dedicada a la oración y a la vida espiritual.
Santa Mónica es conocida por haber sido la madre de San Agustín y por haber logrado la conversión de su hijo.
Mónica nació en Tagaste ( África del Norte ) a unos 100 km de la ciudad de Cartago en el año 332.

Breve Biografía

Mónica fue de una familia de buena posición social y profundamente cristiana. Contrariamente a la costumbre del tiempo, le fue permitido estudiar, y ella lo aprovechó par leer y meditar la Sagrada Escritura

Se desposó en plena juventud con Patricio, aún no cristiano; modesto propietario de Tagaste y miembro del consejo municipal, bueno y afectuoso, pero autoritario y fácil a la ira. A pesar de su intenso amor a Mónica, su carácter le llevó a ser áspero y a la infidelidad; que ella pudo vencer a fuerza de bondad y mansedumbre. A los 22 años, nació su primogénito, Agustín; y a continuación el segundo, Navigio, que murió joven; y después una hija, cuyo nombre se ignora, aunque se ha hablado de Perpetua, que se casó y al quedarse viuda entró en el monasterio femenino de Hipona, fundado por Agustín, llegando a ser su Abadesa.

Fuerte de ánimo, ardiente en la fe, firme en la esperanza, de brillante inteligencia, sensibilísima a las exigencias de la convivencia, asidua en la oración y en la meditación de la Sagrada Escritura, encarna el modelo de la esposa ideal y de la madre cristiana. Gana para Cristo a su esposo, después de haber rezado tanto para que se amansase; y obtiene el consuelo, un año antes de su muerte, al verlo hacerse catecúmeno y ser después bautizado en su lecho de muerte en el 369.

Santa Mónica y San Agustín

Mónica con 39 años toma las riendas de la casa y de la administración de los bienes, pero su preocupación mayor era su hijo, Agustín, que hasta quiso convencer a su madre de abandonar el cristianismo por el maniqueísmo. Logra, con asidua plegaria ferviente y su imploración con lágrimas, la transformación espiritual, la conversión de su hijo, S. Agustín. “Es imposible que se pierda un hijo de tantas lágrimas”; le dijo S. Ambrosio (Obispo), al hablar con Mónica y ver su preocupación por la vida de su hijo Agustín. Asiste a su bautismo, y con gozo exultante, en la Pascua del 387, viéndole convertido en un cristiano profundamente convencido. Mientras ella pensaba poderle encontrar una esposa cristiana, recibe una grande y grata sorpresa: decide no volverse a casar, y retornar con ella a África para vivir una vida monástica.

Después de esto, ya no encontraba nada que le atrajera de este mundo, y podía morir contenta, máxime viendo a su hijo consagrado al servicio de Dios. Después de cinco o seis días, en cama por fiebre, y les indicó: “que deberían enterrar su cuerpo sin entristecerse, pero que la recordaran ante el altar del Señor”. Agustín, con lágrimas en los ojos, le mostraba su gran afecto, repitiéndole: “Tú me has engendrado dos veces”. La enfermedad, quizás malaria, duró nueve días, y posiblemente el 27 de agosto del 387, cuando con él y los suyos se preparaba para viajar de regreso a África, muere en Ostia Tiberina (Roma); ciertamente antes del 13 de noviembre, del año 387, a los 56 años de edad.

Patrona de las mujeres casadas, madres y viudas.

Formación fuerte

Sus padres encomendaron la formación de sus hijas a una mujer muy religiosa pero de muy fuerte disciplina. Ella no las dejaba estar tomando bebidas entre horas ( aunque aquellas tierras son de clima muy caliente ) pues les decía : “Ahora cada vez que tengan sed van a tomar bebidas para calmarla. Y después que sean mayores y tengan las llaves de la pieza donde esta el vino, tomarán licor y esto les hará mucho daño.” Mónica le obedeció los primeros años pero, después ya mayor, empezó a ir a escondidas al deposito y cada vez que tenía sed tomaba un vaso de vino. Más sucedió que un día regaño fuertemente a un obrero y este por defenderse le grito ¡Borracha ! Esto le impresiono profundamente y nunca lo olvido en la vida, y se propuso no volver a tomar jamás bebidas alcohólicas. Pocos meses después fue bautizada ( en ese tiempo bautizaban a la gente ya entrada en años ) y desde su bautismo su conversión fue admirable

Su esposo

Ella deseaba dedicarse a la vida de oración y de soledad ( como su nombre lo indica ) pero sus padres dispusieron que tenía que esposarse con un hombre llamada Patricio. Este era un buen trabajador, pero terriblemente malgeniado, y además mujeriego, jugador y sin religión , ni gusto por lo espiritual. La hará sufrir lo que no esta escrito y por treinta años ella tendrá aguantar los tremendos estallidos de ira de su marido que grita por el menor disgusto, pero este jamás se atreverá a levantar la mano contra ella. Tuvieron tres hijos : dos varones y una mujer. Los dos menores fueron su alegría y consuelo, pero el mayor Agustín, la hizo sufrir por docenas de años.

La forma para no pelear

En aquella región del norte de Africa, donde las gentes eran sumamente agresivas, las demás esposas le preguntaban a Mónica porque su esposo era uno de los hombres de peor genio en toda la ciudad, pero no la golpeaba nunca a ella, y en cambio los esposos de ellas las golpeaban sin compasión. Mónica les respondió : “Es que, cuando mi esposo está de mal genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio. Cuando el grita, yo me callo. Y como para pelear se necesitan dos y yo no acepto la pelea, pues….no peleamos”. Esta fórmula se ha hecho celebre en el mundo y ha servido a millones de mujeres para mantener la paz en la casa.

Viuda y con un hijo rebelde

Patricio no era católico, y aunque criticaba el mucho rezar de su esposa y su generosidad tan grande con los pobres, nunca se oponía a que ella se dedicara a estas buenas obras. y quizás por eso mismo logro su conversión. Mónica rezaba y ofrecía sacrificios por su esposo y al fin alcanzó de Dios la gracia de que en el año de 371 Patricio se hiciera bautizar, y que lo mismo lo hiciera la suegra, mujer terriblemente colérica que por meterse demasiado en el hogar de su nuera le había amargado harto la vida a la pobre Mónica. Un año después de su bautismo, murió santamente Patricio, dejando a la pobre viuda con el problema de su hijo mayor.

El muchacho difícil

Patricio y Mónica se habían dado cuenta de que su hijo mayor era extraordinariamente inteligente, y por eso lo enviaron a la capital del estado, la ciudad de Cartago, a estudiar filosofía, literatura y oratoria. Pero Agustín tuvo la desgracia de que su padre no se interesaba nada de sus progresos espirituales. Solo le importaba que sacara buenas notas, que brillara en las fiestas sociales y que sobresaliera en los ejercicios físicos, pero acerca de la salvación de su alma, no se interesaba ni le ayudaba en nada. Y esto fue fatal para él, pues fue cayendo de mal en peor en pecados y errores.

Una madre fuerte

Santa Mónica

Cuando murió su padre, Agustín tenía 17 años y empezaron a llegarle a Mónica noticias cada vez peores, de que el joven llevaba una vida nada santa. que en una enfermedad, ante el temor a la muerte se había hecho instruir acerca de la religión y propuesto hacerse católico, pero que sanado de la enfermedad había abandonado el propósito de hacerlo. Y que finalmente, se había hecho socio de una secta llamada de los Maniqueos, que afirmaban que el mundo no lo había hecho Dios, sino el Diablo. Y Mónica que era bondadosa pero no cobarde, ni floja, al volver su hijo a vacaciones y empezar a oírle mil barbaridades contra la verdadera religión, lo hecho sin más de la casa y le cerró las puertas, porque bajo su techo no quería alberga enemigos de Dios.

La visión animadora

Pero sucedió que en esos días Mónica tuvo un sueño en el que vio que ella estaba en bosque llorando por la pérdida espiritual de su hijo y que en ese momento se le acercaba un personaje muy resplandeciente y le decía :”tu hijo volverá contigo ” y enseguida vio a Agustín junto a ella. Le narro al muchacho el sueño tenido y el dijo lleno de orgullo que eso significaba que la madre se iba a volver maniqueista como el. Pero ella le respondió : “En el sueño no me dijeron, mama ira a donde su hijo, sino tu hijo volverá contigo” Esta hábil respuesta impresionó mucho a su hijo, quien mas tarde la consideraba como una inspiración del cielo. Esto sucedió en el año 437. Faltaban 9 años para que Agustín se convirtiera-

La respuesta de un obispo

Por muchos siglos ha sido muy comentada la bella respuesta que un obispo le dio a Mónica cuando ella le contó que llevaba años y años rezando, ofreciendo sacrificios y haciendo rezar a sacerdotes y amigos por la conversión de Agustín. El obispo le respondió : “Este tranquila, es imposible que se pierda el Hijo de tantas lagrimas”. Esta admirable respuesta y lo que había oído en el sueño, la llenaban de consuelo y esperanza, a pestar de que Agustín no daba la menor señal de arrepentimiento.

Un hijo que se fuga y una madre que lo va siguiendo

Cuando tenía 29 años, el joven decidió ir a Roma a dar clases allá. Ya era todo un doctor. Mama se propuso irse con él para librarlo de todos los peligros morales. Pero Agustín le hizo una jugada tramposa ( de la cual se arrepintió mucho mas tarde ) Al llegar junto al mar le dijo a Mónica que se fuera a rezar a un templo, mientras iba a visitar a un amigo, y lo que hizo fue subirse al barco y salir rumbo a Roma, dejándola sola allí, pero Mónica no era mujer débil para dejarse derrotar tan fácilmente. Tomo otro barco y se dirigió hasta Roma.

Un personaje que influyó mucho

En Milán, Mónica se encontró con el Santo más famoso de la época, San Ambrosio, arzobispo de esa ciudad. En él se encontró un verdadero padre lleno de bondad y de sabiduría que la fue guiando con prudentes consejos. Además Agustín se quedo impresionado por su enorme sabiduría y la poderosa personalidad de San Ambrosio y empezó a escucharle con profundo cariño y a cambiar sus ideas y entusiasmarse por la fe católica.

La conversión

Y sucedió que en año 387, Agustín al leer unas frases de San Pablo sintió una impresión extraordinaria y se propuso cambiar de vida. Envió lejos a la mujer con la cual vivía en unión libre, dejo sus vicios y malas costumbres. Se hizo instruir en la religión y en la fiesta de Pascua de Resurrección de ese año se hizo bautizar.

Ya puedo morir tranquila

San Agustín y Santa Mónica (ft img)

Agustín, ya convertido, dispuso volver con su madre y su hermano, a su tierra, en el Africa, y se fueron al puerto de Hostia a esperar el barco. Pero Mónica ya había conseguido todo lo que anhelaba es esta vida, que era ver la conversión de su hijo. Ya podía morir tranquila. Y sucedió que estando ahí en una casa junto al mar, por la noche al ver el cielo estrellado platicando con Agustín acerca de como serán las alegrías que tendremos en el cielo, y ambos se emocionaban comentando y meditando los goces celestiales que nos esperan. En determinado momento exclamo entusiasmada : ” ¿ Y a mí que más me puede amarrar a la tierra ? Ya he obtenido mi gran deseo, el verte cristiano católico. Todo lo que deseaba lo he conseguido de Dios”. Poco después le invadió la fiebre, y en pocos días se agravo y murió. Lo único que pidió a sus dos hijos es que no dejaran de rezar por el descanso de su alma. Murió en el año 387 a los 55 años de edad.

ORACIÓN

“Señor, Dios nuestro, misericordia nuestra,
que adornaste a nuestra Madre Santa Mónica
con el carisma de saber reconciliar
a los hombres contigo y entre sí;
concédenos ser siempre mensajeros de paz y de unidad,
llevando a ti los corazones
con el ejemplo de nuestra vida.
Por N.S.J.”. Amén.