Santa Isabel de Hungría

Memoria de santa Isabel de Hungría, que siendo casi niña se casó con Luis, landgrave de Turingia, a quien dio tres hijos, y al quedar viuda, después de sufrir muchas calamidades y siempre inclinada a la meditación de las cosas celestiales, se retiró a Marburgo, en la actual Alemania, en un hospital que ella misma había fundado, donde, abrazándose a la pobreza, se dedicó al cuidado de los enfermos y de los pobres hasta el último suspiro de su vida, que fue a los veinticinco años de edad († 1231).

Oración a Santa Isabel de Hungría, por las necesidades que nos agobian

¡Oh gloriosa santa Isabel!, modelo de virtud,
hija de reyes y destinada a reinar,
que desde niña quisiste seguir
los caminos del verdadero bien,
de la justicia y el amor,
de la penitencia, del ayuno, la oración
y el completo servicio al prójimo,
protégenos en nuestra difícil peregrinación.

Santa Isabel de Hungría

Casada a muy pronta edad,
tú fuiste ejemplo de fidelidad y cariño;
a tu esposo e hijos amaste,
sin por ello abandonar tu pasión y amor por Cristo
ni tú abnegada dedicación a todo al que lo precisara.

Santa Isabel, fiel seguidora de san Francisco de Asís,
hoy te vengo a suplicar
que me ayudes a tener sincero amor al Señor,
a seguir las enseñanzas del Evangelio,
y a ser desprendido con todo el que me rodea.
También quisiera, amada santa Isabel,
solicitar me concedas alivio a mi corazón afligido
por la falta de trabajo y dinero.

Por la inmensa caridad que en tu vida tuviste,
por la fe y esperanza que prodigaste,
santa Isabel te suplico dame tu auxilio,
intercede por mi ante Dios Misericordioso
y pídele me socorra prontamente en esta necesidad
que tan grandemente me agobia: (hacer la petición…)

Dulce Isabel, gloriosa santa de los desamparados,
tú que te desviviste por los más débiles e indefensos,
no desoigas mis urgentes demandas,
y haz, te ruego, que sean atendidas favorablemente.

Santa Isabel de Hungría, santa, santa,
ruega por todos los que te necesitamos,
enséñanos a buscar los bienes que no pasan
y condúcenos por la humildad a la Gloria.

Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén. +

Rezar con mucha devoción y pidiendo la intercesión
de la milagrosa santa Isabel de Hungría,
tres Credos, tres Padrenuestro y tres Gloria.
Repetir la oración y los rezos durante tres días
consecutivos.

Vida de Santa Isabel de Hungría

Santa Isabel de Hungría 2

A los cuatro años había sido prometida en matrimonio, se casó a los catorce, fue madre a los quince y enviudó a los veinte. Isabel, princesa de Hungría y duquesa de Turingia, concluyó su vida terrena a los 24 años de edad, el I de noviembre de 1231. Cuatro años después el Papa Gregorio IX la elevaba a los altares. Vistas así, a vuelo de pájaro, las etapas de su vida parecen una fábula, pero si miramos más allá, descubrimos en esta santa las auténticas maravillas de la gracia y de las virtudes.

Su padre, el rey Andrés II de Hungría, primo del emperador de Alemania, la había prometido por esposa a Luis, hijo de los duques de Turingia, cuando sólo tenia 11 años. A pesar de que el matrimonio fue arreglado por los padres, fue un matrimonio vivido en el amor y una feliz conjunción entre la ascética cristiana y la felicidad humana, entre la diadema real y la aureola de santidad. La joven duquesa, con su austeridad característica, despertando el enojo de la suegra y de la cuñada al no querer acudir a la Iglesia adornada con los preciosos collares de su rango: “¿Cómo podría—dijo cándidamente—llevar una corona tan preciosa ante un Rey coronado de espinas?”. Sólo su esposo, tiernamente enamorado de ella, quiso demostrarse digno de una criatura tan bella en el rostro y en el alma y tomó por lema en su escudo, tres palabras que expresaron de modo concreto el programa de su vida pública: “Piedad, Pureza, Justicia”.

Juntos crecieron en la recíproca donación, animados y apoyados por la convicción de que su amor y la felicidad que resultaba de él eran un don sacramental: “Si yo amo tanto a una criatura mortal—le confiaba la joven duquesa a una de sus sirvientes y amiga—, ¿cómo debería amar al Señor inmortal, dueño de mi alma?”.

A los quince años Isabel tuvo a su primogénito, a los 17 una niña y a los 20 otra niña, cuando apenas hacía tres semanas había perdido a su esposo, muerto en una cruzada a la que se había unido con entusiasmo juvenil. Cuando quedó viuda, estallaron las animosidades reprimidas de sus cuñados que no soportaban su generosidad para con los pobres. Privada también de sus hijos, fue expulsada del castillo de Wartemburg. A partir de entonces pudo vivir totalmente el ideal franciscano de pobreza en la Tercera Orden, para dedicarse, en total obediencia a las directrices de un rígido e intransigente confesor, a las actividades asistenciales hasta su muerte, en 1231.

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Fuente: Catholic.net