María y la oración de Marta

Lo publicado en esta entrada es responsabilidad de quien lo firma. Al publicarlos www.reinadelcielo.org no está emitiendo ninguna opinión sobre la veracidad de los dichos, sino que sólo ha entendido que sus contenidos no contienen nada que atente contra las verdades de la fe y la moral y sí entiende que pueden ser favorables para el crecimiento espiritual de nuestros lectores. El juicio final sobre los hechos publicados corresponde a la Iglesia, a la que nos sometemos.
La redacción de Reina del Cielo


Este relato, escrito por María Susana Ratero, nos lleva el pensamiento a reflexionar acerca de lo que ocupa nuestro corazón. ¿Qué es lo que nos habita? ¿Es Dios y su amor?

María Susana comparte con nosotros lo que ella escribe desde su amor a la Virgen María e imaginación devota.

¡Disfruta de la lectura!

María y la oración de Marta

No es la primera vez que escucho la lectura sobre Marta y María (Lc 10,38-42) , pero este domingo vuelvo a sentir esas palabras, en mi corazón, de un modo diferente.

Tu imagen de Luján está cerquísima del sitio desde donde el sacerdote hace la Lectura, así que, como es mi costumbre, corro a refugiarme bajo tu manto para entender mejor cada palabra santa…

No un “entender” soberbio y vanidoso, no, pues de nada me serviría para buscar la santidad, sino un entender sencillo, descubriendo que es lo que esas palabras me dicen a mí, hoy…

Y me llevas a la pequeña casa de Betania, justo cuando Marta ha comenzado a molestarse por la actitud de su hermana María.
– Mira, hija, y mírate a ti misma en su lugar, tantas veces…
– ¿Yo? ¿En su lugar? ¿Cómo? ¿Cuándo, Madrecita? Enséñame a ver, Madre, que muchas veces la ceguera del alma me lleva a errar caminos.
– Escucha la oración de Marta.
– ¿La oración? ¿Cuál oración? Más bien la veo muy molesta con su hermana.
– A ver, hija, ¿Qué crees que es la oración? La oración es un diálogo con Dios, no un monólogo que más bien parece un listado lastimoso de penas y órdenes. Marta se acerca al Señor y le dirige esta oración, pero su oración está afectada por el estado de su alma. Así que comienza casi reprendiendo a Jesús que, según ella, no ve ni valora su esfuerzo, para terminar dándole una orden acerca de lo que Dios debe hacer. No es un pedido, ni una súplica, es una orden. ¿Comprendes hija? Como si Marta conociese de antemano las únicas alternativas posibles frente a su problema ¿No crees que te le pareces en alguna ocasión?

Frente a esta pregunta de mi Madre, intento mirar hacia atrás en mi propio camino y sí, muchas veces le dije a Jesús lo que “tenía” que hacer.
– Ay, Madre, Madre, que triste se habrá sentido tu Hijo, más por mi ceguera que por mis penas… sabiendo que mis penas, muchas veces, nacen de mi ceguera…
– Así es, hija, pero no te desanimes, no te apresures, que aún Marta está parada frente al Maestro, esperando la respuesta, porque toda oración es escuchada, y respondida, aunque muchas veces la respuesta no sea la esperada, como con Marta, aun así es la mejor respuesta.

Y mientras Marta escucha la respuesta del Señor, que le ofrece caminos y le aligera la carga, caigo en la cuenta de cuantas respuestas he tenido a mi oración, tardías unas, inexplicables otras… algunas hasta difíciles de entender, pero de toda circunstancia, puesta en oración en Su Corazón, siempre hallé el mejor fruto…
– Hija, aún puedes ver otro momento en el que, a veces, actúas como Marta, y otras como María…
– ¿Otro momento, Madre? ¿Cuál? Dime, por caridad…
– Jesús entró a casa de las hermanas de Lázaro… y, como te explicaba el sacerdote en la homilía:” ¡Es el Señor el que está entrando!”… todo lo demás, hija, pasa a un segundo plano, o debería pasar… Cuando recibes a Jesús en la Eucaristía, El entra a tu casa, a tu corazón… piensa hija, como le recibes…si como María, escuchando sus enseñanzas y adorándole desde lo profundo de tu alma, o como Marta, casi reprendiéndole porque no hace lo que tu esperas que haga… Aún en este caso, hija mía, ten la certeza de que Él te escuchará, te llamará por tu nombre y te mostrará que, muchas veces, caminas con excesiva carga sobre tus hombros y luego te mostrará el camino de las cosas que “no te serán quitadas”…

Guardo silencio ante la profundidad de tu enseñanza, ante la delicadeza de tus consejos de Madre, siempre atenta a la salvación de sus hijos…

Con cuánta dulzura me muestras mis errores, mis olvidos, mis egoísmos…

Es tiempo de prepararme para la Eucaristía, debemos dejar la casa de Betania… No alcanzo a ver ni a escuchar la respuesta de Marta a las palabras de Jesús…

Más, ahora, sé que debo pensar en mi propia respuesta al Maestro, en mi propia actitud…

Recibo a Jesús en la Eucaristía. En este momento no hay nada, nada, nada más importante… Es un momento único e irrepetible entre Jesús y yo, entre su abrazo y mi respuesta. Dios ha venido a mi corazón pecador. Dios, que baja desde el cielo y se queda bajo la apariencia de pan… esperándome… Ante tan grande milagro, solo puedo permanecer de rodillas en un profundísimo agradecimiento, en un silencio del alma que adora y escucha… ese momento, luego de recibir la Eucaristía, que tantas veces me ha parecido solo un instante, aunque el reloj me desmienta, ese momento es un regalo que no merezco, pero recibo agradecida… es, sin duda, el mejor momento del día, del mes, del año, de la vida….

A vos, que me acompañaste en esta pequeña meditación, te deseo muchos momentos a los pies del Señor, como María… y, aunque muchas veces sientas que exiges, como Marta, no te angusties, Jesús tiene para ti una respuesta personal, en cada Eucaristía….

Click aquí para volver al post de los tres relatos

Fuente
María Susana Ratero
www.misencuentrosconmaria.blogspot.com.ar
susanaratero@gmail.com
(este relato se encuentra en mi cuarto libro
“Madre, en tu Corazón”)