Mis encuentros con María – Maria Susana Ratero

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La redacción de Reina del Cielo


María Susana Ratero comparte con nosotros tres de su relatos, donde narra sus “Encuentros con María”. Estos momentos vividos, en su imaginación, corazón, pluma y amor a la Virgen María, nos pueden ayudar a acercarnos a la Madre de Dios, quien nos ama infinitamente.

A continuación te presentamos una pequeña introducción a los tres relatos, los cuales puedes seguir leyendo siguiendo el correspondiente enlace.

Maria y un pequeño don de lenguas

Aun tengo vivo en mi corazón el recuerdo de aquella Misa de Pentecostés, en la que se predicó sobre los dones del Espíritu Santo, entre ellos, el don de lenguas…

Recuerdo que me acerqué a tu Corazón, durante la homilía, para preguntarte acerca de este don, el cual consideraba tan lejano a mi corazón….

– Madre, no entiendo bien esto del don de lenguas… Para mí es muy lejano, no creo que tenga algo que ver conmigo… ¿Quienes son ahora, en mi vida, los partos, medos, egipcios, etc.? Me asombra, si, pero no veo lugar para mí en esa escena…

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María y la oración de Marta

No es la primera vez que escucho la lectura sobre Marta y María (Lc 10,38-42) , pero este domingo vuelvo a sentir esas palabras, en mi corazón, de un modo diferente.

Tu imagen de Luján está cerquísima del sitio desde donde el sacerdote hace la Lectura, así que, como es mi costumbre, corro a refugiarme bajo tu manto para entender mejor cada palabra santa…

No un “entender” soberbio y vanidoso, no, pues de nada me serviría para buscar la santidad, sino un entender sencillo, descubriendo que es lo que esas palabras me dicen a mí, hoy…

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Madre, donde está mi tesoro

Donde está tu tesoro está tu corazón… Estas palabras, tan conocidas, se repiten en la Santa Misa hoy… parece sencillo, pero no lo es tanto, por lo que recurro a ti, Madrecita, como siempre:
– Y ¿Cómo hago, Madre? Si mi corazón se va, muchas veces, detrás de cosas que tienen disfraz de tesoros…. A veces me sorprendo con mi corazón puesto, confiadamente, en cosas pasajeras… ¿Cómo le pongo riendas a este corazón, para que esté en los tesoros eternos?

Y, mientras esto me pregunto, te miro serena en tu imagen de Luján… y tu respuesta me asombra y, a la vez, me tranquiliza…

– Dime, hija, la jaculatoria de tu Instituto… aunque tantas veces la has pronunciado hoy quiero que descubras en ella tesoros escondidos…

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