María, ejemplo de fuerza y coraje

“María, como muchas madres en todo el mundo, es un ejemplo de fuerza y ​​coraje para aceptar una nueva vida y compartir el sufrimiento de los hijos”, así lo dijo el Papa Francisco en una Audiencia General que celebra cada semana en la Plaza de San Pedro.

Apenas unos días antes de su visita a Fátima, Portugal, para conmemorar el centenario de las apariciones marianas, y aprovechando que las personas en muchos países se preparan para celebrar el Día de la Madres, el Papa Francisco tornó su charla para centrarse en María y en la esperanza.

María no es mujer que se deprime

A pesar de que no tenía ni idea de lo que le esperaba cuando aceptaba llevar al hijo de Dios, María en ese instante se asemeja a muchas madres de nuestro mundo, extremadamente valiente.

Su amor materno y valor se vuelve a ver al pie de la cruz, donde nos enseña la virtud de esperar aun cuando todo parece carecer de sentido.

No somos huérfanos, tenemos una madre en el cielo. En momentos difíciles, María, la madre que Jesús, ha sido un buen ejemplo para todos nosotros.

Los Evangelios retratan a María principalmente como una mujer silenciosa, pero que meditaba cada palabra y cada acontecimiento en su corazón. Ella no es una mujer que se deprime frente a las incertidumbres de la vida, especialmente cuando nada parece estar saliendo bien. Es una mujer que sabe escuchar.

María, madre de la esperanza

No olviden: Siempre hay una gran relación entre la esperanza y la escucha. Y María es una mujer que sabe escuchar, que da la bienvenida a la existencia tal y como viene, con sus días felices y con sus tragedias, con las cuales nunca queremos encontrarnos, incluso en su noche más oscura, cuando su hijo fue crucificado.

El silencio de María en el Evangelio es particularmente evidente en los últimos momentos de Jesús, donde su presencia durante la pasión de Cristo se eclipsa hasta que reaparece en un momento crucial: cuando un buen número de amigos desaparecieron por temor.

Las madres no traicionan, y en ese caso, al pie de la cruz, ninguno de nosotros puede decir cuál fue la pasión más cruel: la del hombre inocente que muere crucificado o la agonía de una madre que acompaña a su hijo en sus últimos momentos de vida.

El Evangelio dice que María estaba allí, en ese terriblemente cruel momento, ella sufrió junto a su hijo. Ella estaba allí. Todos hemos conocido a mujeres fuertes que han soportado el sufrimiento de sus hijos. Por eso es que amamos a María como a nuestra madre.

María estaba allí, no sólo por fidelidad al plan divino de Dios, sino también por su instinto de madre, quien sufre cada vez que su hijo lo sufre.

No somos huérfanos, tenemos a nuestra madre en el cielo, la Santa Madre de Dios.

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Fuente: Píldoras de Fe