La santa duda

Siempre he vivido en un columpio interior, un balancearse a derecha e izquierda, interminable. Hay momentos en que me he sentido exultante, seguro de mi mismo al extremo, convencido de estar haciendo lo correcto sin la más mínima sombra de duda. En cambio, en muchas otras oportunidades he sentido una inseguridad arrebatadora, un miedo enorme de hacer lo incorrecto, o peor aun, de no saber qué hacer. Es realmente sorprendente el contraste que se vive, de la seguridad más plena a la duda glacial. Durante mis épocas de estudiante solía salir de los exámenes sin tener la más absoluta idea sobre mi desempeño. Y mientras el profesor entregaba los resultados, no sabía si esperar algo extremadamente positivo o un cataclismo expresado en un reprobado contundente. En otras ocasiones, en cambio, una inmensa seguridad me acompañaba dándome imaginación, luz y certezas.

Con los años me fui acostumbrando a este pendular, pero siempre me dejó perplejo este aspecto del volátil carácter del ser humano, frente a la vida y sus circunstancias. Con la madurez y los golpes de la vida, y muy de a poco, Dios fue llenando esos espacios que en la juventud se completaban con empuje y deseos de hacer. El Señor, suave y amorosamente, fue haciéndome ver que El actúa en todo momento de mi vida. Si, cada instante de mi existencia es una oportunidad de sentir que El se acerca a mi oído e intenta susurrar Sus consejos, Sus palabras de Maestro.

ConfianzaAsí, fui dándome cuenta que estos vaivenes que se producen en mi interior tienen mucho que ver con Jesús, mi Amigo. Cuando Él quiere que enfrente una situación con fortaleza y convicción, pone en mi corazón la llama del Espíritu Santo. El fuego avanza en mi interior en esos momentos y enciende no sólo la seguridad y la lucidez necesaria para actuar sin duda alguna, sino que mucho más importante aún, me conduce con mano firme a pesar de mis propios errores. Si, a pesar de equivocarme, El saca provecho para hacer el bien. Quizás en el momento no se ven los resultados, pero al tiempo se advierte como la obra va manifestando sus frutos. Se puede decir que en esos momentos somos verdaderos instrumentos del Señor, y en nuestro corazón esto está muy claro, lo sentimos con la firmeza de un huracán que no puede detenerse. Obramos para Él.

En cambio, también he advertido que cuando esa seguridad amenaza con transformarse en soberbia y vanidad, Jesús se encarga de poner un manto de niebla en mi entendimiento, dejándome sujeto a las brisas del mundo. Son oportunidades en que por más que desee comprender o hacer, no logro ver más allá de mis narices. El Señor, lleno de sabiduría, me deja a ciegas sabiendo que en esos momentos es lo que más conviene a mi alma. Confieso que me cuesta mucho entregarme, aún cuando reconozca que es El el que no desea que se despejen mis dudas. Le hablo, oro, le pido me ilumine. Pero Él apenas si deja que por una rendija se cuele un haz lastimoso, necesario para salir de esa oscuridad. En esos instantes comprendo que es tiempo de dejar que El haga, no son circunstancias donde convenga empujar o tratar de imponer ideas o voluntades. Es Jesús el que está en el timón, no tiene sentido tratar de comprender o despejar las dudas, es sólo tiempo de confiar y entregarse. El obra entonces a partir de otros, nosotros debemos observar y dejarnos llevar por Su Mano.

Estos momentos tan especiales de la vida, donde una santa duda nos invade, son los que hacen que templemos nuestra alma. Si somos capaces de no pretender comprender, de dejar que el Señor sea el que conduce, creceremos. Si desesperamos, abandonamos al Amor de los Amores. Jesús sabe muy bien cuanto podemos, por eso le dijo a Pablo con enorme amor: “Te basta mi Gracia”.

Nos basta Su Gracia, para vivir esta vida ya sea en momentos de seguridades o inseguridades. Unas u otras son parte de la Voluntad de Dios. Cuando El nos deja ver y nos da lucidez y entendimiento, gloria a Dios. Y cuando nos deja a oscuras sujetos a las dudas más profundas, gloria a Dios también. Gloria a Dios si entendemos y si no entendemos. Gloria a El si es día de Cruz o de Resurrección. Gloria al Dios Único si es día de fiesta o de lágrimas. Gloria a nuestro Buen Pastor, que Sus ovejas reconocen Su Voz y se dejan guiar con paso dócil y mirada mansa.