El tierno amor de nuestra Madre

María nos ama, y nos quiere llevar a su Hijo. Y lo hace con el amor de Dios, que a través suyo desciende sobre nuestros corazones.

Es como si ella nos dijera al oído, tiernamente:

¡Cuánto anhelo que estemos juntos! Todos mis pequeños estarán conmigo como ramillete de pequeñas aves a mi alrededor. Qué duda cabe que mi amor por cada uno de ellos es como un girasol que se abre y busca con su rostro al Buen Dios. ¡Como un campo de girasoles, así sóis! Buscando seguír al sol, al Buen Dios. Y yo estoy allí, diligente en mi Maternidad Celestial, cuidando cada pétalo, regando con el agua de la Misericordia el campo de mis pequeños elegidos.

girasol

Cuánta seguridad debéis tener en que estoy a vuestro lado, cuidando vuestro día, y vuestra noche también. Con luz u oscuridad me tejo un manto de estrellas sobre vosotros, y los puntos de mi tejido son mis ángeles, custodios y protectores de mi rebaño. ¡Luz de Dios, reflejo de la única fuente de Amor! De allí viene todo lo que necesitáis, como agua viva que brota del manantial de Mi Corazón Inmaculado.

¡Así os cuido, así os amo, así os tengo en mi regazo!

Nuestra Madre es el refugio en el que debemos encontrar el consuelo, el amor, la paz. Si ella está con nosotros, llevándonos de la mano a la Santísima Trinidad, ¿qué podemos temer?, ¿qué nos puede faltar?