Aparición en Banneux – Bélgica, 1933

Banneux se sitúa en Bélgica. Depende del pueblo Louveigné, que está a 25 kilómetros de Lieja, capital de la provincia. El nombre de Banneux proviene del príncipe Hugo de Auvergné, el cual concedió una carta-privilegio a los habitantes de aquellas llanuras, reconociéndoles el derecho al uso de los prados y bosques. Este privilegio se conoce con el nombre de banalidad, de donde tomó el nombre de Banneux, “lugar banal”. De ahí que Banneux haya sido siempre bien común de los pobres.

Este es el punto elegido por el Cielo para que Santa María, Nuestra Señora de los Pobres, se apareciera ocho veces a la niña, de 11 años, Mariette Beco, en 1933. Doce días después que Nuestra Señora, habiendo mostrado su corazón de oro, le dijo “Adiós” a los niños de Beauraing, Bélgica, hizo sentir su presencia maternal otra vez en Banneux, unas cincuenta millas al noroeste. Mariette no tenía un apoyo de sus padres para el desarrollo de su fe, sino todo lo contrario. Su Madre fue un freno a la aceptación de que María se manifestaba a la niña. El padre, en cambio, fue quien dio un giro a la historia: dio crédito a lo narrado por su hija.

La Virgen se aparecía a la niña en el jardín de su casa, dándole breves mensajes que fueron configurando el sentido de la aparición a medida que se sucedían las visiones. Lo resaltable de ésta aparición Mariana, es que prácticamente al mismo tiempo se desarrollaba otra manifestación de María también en Bélgica: en Beauraing se presentótambién la Madre del Salvador. Esta situación no ayudó a dar credibilidad a lo dicho por Mariette, porque se pensaba que ella estaba sugestionada por los relatos que llegaban de la otra aparición que se desarrollaba allí cerca. Sin embargo, Dios puso lo necesario para que lo dicho por la niña fuera aceptado: los milagros se sucedieron de tal manera que no hubo modo de negar lo sucedido.

La devoción a Santa María bajo la advocación de “Nuestra Señora de los pobres” fue aprobada por la Santa Sede el 22 de agosto de 1949. Existen otras apariciones que han sido aprobadas favorablemente y permitido su culto por el Obispo del lugar, pero sin el pronunciamiento de la curia vaticana. Banneux, por tanto, goza del beneplácito de Roma, uno de los pocos casos a lo largo de la historia de las apariciones Marianas.

En 1941, el nombre de Baneux es sustituido por el de Nuestra Señora de Banneux, en agradecimiento a Santa María por su especial protección durante la Segunda Guerra Mundial. El pueblo había prometido consagrarse a Ella si les defendía contra el terror de los bombardeos. Y así fue como se libró Banneux de todo mal físico, mientras el pueblo vecino, Louveigné, fue saqueado a sangre y fuego.

Dios, una vez más, nos envió a Su Madre para dejar en claro que El no se aleja ni nos olvida. Su Presencia es clara señal del cuidado que Jesús tiene por nosotros: Su Madre es quien El envía para cuidarnos como Sus niños predilectos.

Ingrese a las secciones de éste artículo y admire los detalles y mensajes de ésta aparición de María, nuestra Madre Celestial

Agradecemos a la revista Maria Mensajera por el material de éste escrito, el cual fue completado y comentado por la editorial de Reina del Cielo (Revista María Mensajera núm. 297 Octubre 2005 pp.5-10)

Bélgica, tierra predilecta

En la carretera de Louveigné a Pepinster, a un kilómetro de la iglesia, se encuentra, a la izquierda, la humilde casa de la familia Beco, frente a ella hay un pequeño huerto. El lugar es húmedo y pantanoso, por eso le llaman “La Fagne”, que significa el fango. Al otro lado de la carretera empiezan los grandes bosques del Eifel.

Un país que en la actualidad se encuentra particularmente arrasado por el asedio de las drogas, las perversiones sexuales de todo tipo, un liberalismo desenfrenado, fue sin embargo elegido por Dios en diversos modos. Las dos apariciones sucesivas, Beauraing y Banneux, fueron luego sucedidas por la aparición de Ámsterdam: La Señora de todas las Naciones, la Corredentora. Dios quiere tender un manto de gracias para este pueblo tan atribulado, que había sido testigo, varios siglos antes, de un milagro Eucarístico rescatable.

También el momento resulta particularmente especial: se acercaba la segunda guerra mundial, y el mundo recibía la invitación de Dios a la conversión. Los hombres, en cambio, ignoraron una vez más los llamados, permitiendo que la desgracia arrasara en forma de guerra, nuevamente, el suelo europeo.

Dios nos hace nada en vano, somos los hombres quienes desestimamos Sus llamados. Escuchemos la voz suave y tierna de la Madre del Verbo, quien predica en estos tiempos con las mismas palabras que Su Hijo dejó grabadas en las Sagradas Escrituras.

La Familia Beco

En un lodozal habían levantado su casa los Beco, familia obrera en cuyo seno nació el 25 de marzo de 1921 (fiesta de la Anunciación) Mariette, primogénita de ocho hijos. Julián Beco, padre de Mariette, era un obrero en paro, rebelde contra lo sagrado, que hacía años no asistía a la iglesia ni se preocupaba de la educación religiosa de sus hijos. Tampoco su madre era el prototipo precisamente de madre cristiana. Louisse era más bien indiferente a la religión. Mariette, por tanto, fiel reflejo de la educación poco cristiana que le estaban dando sus padres, era creyente pero no devota. Ella era una niña normal hasta aquel domingo, 15 de enero de 1933.

La Mano de Dios toca las almas y, cuando éstas están dispuestas, las transforma radicalmente. Muchos son los invitados, pero pocos son los que responden al llamado del modo que El espera. Los padres de Mariette no pusieron especial devoción en el corazón de la niña, lo que dio más mérito aún a su fe, a su conversión. Dios mira los corazones y juzga con amor, pero con perfección, lo dado por cada alma en vistas de lo recibido. Ley Perfecta, Justicia Divina.

Primera Aparición: Invitación a Salir y Acercarse

Una noche oscura, alrededor de las siete de tarde, Mariette se sentó junto a la ventana de su casa, preocupada por la tardanza de su hermano. De pronto, percibe a pocos metros de ella, en el huerto, a una Señora luminosa, de pie, inmóvil, ligeramente inclinada hacia un lado. Ella relata:

Vi una luz y una hermosa Señora que tenía la cabeza muy iluminada como si la luz irradiara de su propio cuerpo. Tuve miedo. Me pregunté: ¿Qué es eso? Miré con atención, moviendo la cabeza de derecha a izquierda, arriba y abajo; pensé: quizás es el reflejo de la lámpara. Entonces la puse al lado de la mesa. Ya no quedaba duda. En jardín había una hermosa dama. Entonces tuve miedo y llamé:
¡Mamá, Dios mío, Mamá! Veo una dama en el huertecillo, va muy bien vestida, muy elegante “

Louisse, su madre, no le cree:
‘Déjame tranquila. Son estupideces”
Pero la niña insiste:

”¡Dios mío, mamá!, parece que es la Santísima Virgen.”

La señora Beco no le cree, y hasta contesta con cierta ironía, aunque queda algo extrañada, pues sabe que su hija no habla nunca de esas cosas. Después de mucha insistencia, Louisse fue a la ventana. Vio una silueta luminosa, no pudo distinguir ninguna figura. Atemorizada, se aparta de la ventana y dice a su hija:
– “Es una bruja”
-“¡Mamá, te digo que es la Virgen… me sonríe! ¡Qué bonita es!”

La niña notó que la Señora tenía un rosario colgando de la banda azul. La cruz del rosario era del mismo color oro que la rosa que llevaba sobre sus dedos. Marietta fue a su cuarto y buscó un rosario que se había encontrado en la carretera y reza mientras contempla la aparición maravillada.

Los labios de la Señora se movían, pero Mariette no comprendía las palabras. Después de unas pocas decenas rezadas, la Señora levantó su mano derecha y le hizo señas a Mariette para que saliera afuera. Pidió permiso para ir afuera, pero la madre, creyendo que eran cosas del demonio, se opuso y cerró la puerta con llave. Marietta entonces vuelve a la ventana, pero ha desaparecido.

Tercera Aparición: “Soy la Virgen le los pobres”

A las siete de la tarde, como en anteriores días, el jueves día 19 de enero, se aparece la Virgen. Un momento de silencio, luego la niña pregunta:
– “¿Quién es usted mi bella Dama?
La Señora contesta:
-“Yo soy la Virgen de los pobres”

La conduce nuevamente al manantial, arrodillándose la niña en los mismos puntos que el día anterior. Junto al manantial se arrodilla con la mirada fija hacia lo alto. Mariette vuelve a preguntar a la Virgen por qué ese manantial estaba reservado para Ella. La Virgen pone las manos en el pecho, señalándose dentro, acentúa su sonrisa y le contesta:
“Esta fuente es para todas las nacionesÂ… para los enfermos.”
Forma clara de decimos que todos los hombres están en su corazón y que el agua es un sacramental de la presencia de Dios para que acudan a Ella en cualquier circunstancia, con cualquier problema, sea físico o espiritual.
Lo último que le dijo la Virgen a Mariette, cuando ésta le dio las gracias por el manantial:
-“Rezaré por ti. Adiós.”
Por tanto es importante creer en este sitio e ir en alguna ocasión pues la Virgen nos asegura que rezará por nosotros, si como Mariette sabemos ser agradecidos y tenemos fe.

Cuarta Aparición: “Deseo una capilla”

Viernes, 20 de enero de 1933. Mariette se siente un poco mal, pero ello no le impide salir a las siete de la tarde y rezar el rosario. A los dos minutos se aparece la Virgen y le dice:
– “¿Qué desea Vd. bella Dama?”
Observen que ya no le pregunta quién, si no qué quiere en concreto. La Virgen le contesta:
-“Desearía una capillita.”
Luego, abriendo las manos, las extiende sin separarlas de su pecho. Con la mano derecha hace la señal de la cruz para bendecirla y desaparece.
Ella por tanto desea que sea aprobado ese sitio por la Jerarquía, para que se pueda celebrar Misa y hacer oración ante el Santísimo. La Virgen no busca nunca su propia gloria, sino la Gloria de su Hijo Dios. Ella se limitó a pedir una capilla pequeña para Ella, es decir, de poco coste económico, para no resultar gravosa a sus hijos. El fin es que vengan de todas las naciones a rezar y a buscar amparo y refugio en su Hijo, que está en el Sagrario.

Quinta Aparición: “Vengo a aliviar el dolor”

Sábado, 11 de febrero de 1933. Mariette está arrodillada en el huerto, lugar de las apariciones. Algunas personas están presentes. Mariette se levanta de repente, se dirige hacia el borde del huerto y va hacia el manantial, arrodillándose en los mismos lugares de días anteriores. Una vez llegada al manantial se arrodilla de nuevo, se inclina, pone la mano en el agua y se persigna con el rosario. La Virgen entonces la dice: “Vengo a aliviar el dolor, hasta pronto”.

Sexta Aparición: “Creed en Mí, yo creeré en vosotros”

Estas últimas palabras son el eco del Evangelio donde también se dice: “Dad y se os dará”. La sexta aparición tuvo lugar tres días después de la anterior, el miércoles, 15 de febrero de 1933. Parece ser que el sacerdote, padre Jamín dudaba, y pedía una prueba para poder creer en ellas. La Virgen, al igual que en el Evangelio con el milagro de los panes y lo peces, nos dice que “creamos”. La obra que debemos hacer -nos dice Jesucristo en el Evangelio- para salvamos y para poder recibir el Pan de la vida (el pan de la Eucaristía, esto es, su Cuerpo y su Sangre sacramentados) es creer en Él.

El sacerdote había visto ya lo suficiente para poder poner sin miedo el acto de fe. Había visto cómo la niña se había convertido y mejorado en su rendimiento escolar, en especial en el religioso. Había visto
el cambio sincero y extraordinario de su padre, que había sido la fuerza dominante de apatía y de rebelión contra la Iglesia, y ahora era un fiel creyente. Había por tanto suficientes indicios para poder creer sin miedo, no quizás para ser aprobado oficialmente por la Iglesia, pero sí para que el sacerdote en particular pudiese poner un acto de fe sincero y creer en ellas.

La Virgen comprende la situación difícil del sacerdote. La niña de su parroquia estaba declarando una visita celestial justamente al mismo tiempo que otra aparición, Beauraing, en el mismo país y en el mismo mes. Él estaba nervioso, preocupado por el que dirán de los demás. Pero la Virgen le pide fe, que se abra a Ella.

“Creed en Mí, yo creeré en vosotros…. ” Y le confía un secreto sólo para ella, con prohibición expresa de comunicárselo incluso a sus padres, secreto que nunca reveló.

A partir del instante en que el sacerdote cree y apoya de forma privada las apariciones, ocurren las sanaciones. El gran número de milagros que ocurrieron fue tan abrumador, que tomó por sorpresa a la Iglesia local. Las palabras de la Virgen se habían cumplido: “Creed en Mí, yo creeré en vosotros”. O dicho en otros términos: “Ocupaos de mis cosas, y yo me ocuparé de las vuestras”. Creed en Mí, entregaos de corazón a Mí, y yo atenderé vuestras preocupaciones, hasta con milagros sensibles suficientes en número y calidad, para la aprobación pontificia.

Séptima Aparición: “Reza mucho. Hasta pronto.”

Lunes, 20 de enero de 1933. Hay nieve y hace mucho frío. Al final del segundo rosario Mariette extiende los brazos. La bella Dama ha bajado como de costumbre y se lleva consigo a la niña hacia el manantial. Mariette se arrodilla en los sitios acostumbrados y reza cada vez que se para. La Virgen le dice:

-“Querida niña, reza mucho”.
Después, con voz grave y dejando de sonreír, añade:
-“Hasta pronto”

Octava Aparición: “Rezad mucho”

Jueves, 2 de marzo de 1933. Llueve torrencialmente, pero en cuanto se aparece la Virgen, para, el cielo se aclara y las estrellas brillan. La Virgen lucía más hermosa y más sublime que nunca, pero en esta ocasión no sonrió, pues iba a ser su última visita, el final de las apariciones en Banneux y le dijo:
– Soy la Madre del Salvador, Madre de Dios Rezad mucho. Adiós.
Y poniendo sus manos sobre la vidente, la bendijo y se fue. Según se iba, las nubes cubrieron el cielo otra vez, y la lluvia volvió a caer igual o más que antes.

Significado de los Hechos

María nos revela que es la Madre de la Persona Divina de su Hijo, Nuestro Salvador y Señor, y en consecuencia es Madre de Dios. Todos sabían que era la Virgen, pero Ella quiso dejar claro ese testimonio final de Quién era para que todos sus hijos, también los no católicos, tuvieran un alivio en los terribles momentos que iban llegar (Segunda Guerra Mundial). La entrada en Ella es por medio de la Fe: “Crean en Mí…”

La marcha hacia la Fuente tiene lugar cuatro veces. La conversión es un paso a retomar todos los días. El camino que recorre la niña es una imagen de nuestra vida cotidiana. Debemos salir de nuestra casa, de nosotros mismos, sacrificarnos y abrimos a los demás.

La fuente es imagen de Cristo. La Virgen nos conduce al manantial de la Vida Eterna. La vida está llena de obstáculos, de caídas como las que vivió su Hijo con la cruz a cuestas, camino del Calvario -eso significan las paradas, donde la niña se arrodilla- pero hay que levantarse para llegar hasta el final, donde está la Fuente que nos da la Salud (salvación) y la Vida (Gloria eterna).

En Bélgica, una vez más, María nos llama con el mismo pedido de oración que expresa en tantos lugares Marianos. Como en Medjugorje, Fatima, Ruanda o Lourdes, Ella elige a niños para entregar su llamado. La pureza de sus corazones es el campo fértil en que la Niña de Galilea siembra las semillas de su mensaje, porque sabe que la cizaña aún no ha brotado en ellos. Es el tiempo adecuado para poner el germen que hará de ellos unos pequeños soles que imitarán el Rostro de Jesús.

Mariette enfrenta la oposición del mundo

La Virgen llama a Mariette, “está a la puerta y llama” (Ap. 3, 20), al igual que Dios llamó a Abraham, pidiéndole que saliese de su casa (Gen. 12, l). Lo mismo ocurrió con los tres Magos de Oriente, cuando los llamó el Señor por medio de aquella misteriosa estrella. “¿Dónde está el Rey de los judíos, que ha nacido, por qué hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo?” (Mt. 2, 2). Es necesaria, como se ve, la colaboración humana. Los tres Reyes Magos vieron la estrella, entendieron que el Mesías, el Rey de los judíos, había nacido y se pusieron en camino para adorarle. Los Magos salieron de sí, dejaron sus comodidades, su importante cargo en Oriente y fueron tras el Señor Lo mismo hizo Abraham, nuestro padre en la fe: salir de su casa e ir donde le señalaba el Señor.

La Virgen, en esta ocasión, viene de lejos, pero si observamos bien, no entra en la casa. Mariette tiene que acercarse, salir fuera en busca de ella. Así actúa Dios: Viene a nosotros, nos llama, pero nosotros debemos responder a la llamada. Abraham, los tres Reyes Magos, y ahora Mariette fueron invitados a salir del confort y del calor familiar. El signo con la mano es una llamada a abandonar lo temporal, lo caduco, y que salgamos hacia su encuentro.

Mariette creyó que era la Virgen, pero enseguida sufrió la persecución en forma de incredulidad humillante hacia ella. Después de la invitación de María a seguirla, de la gracia que supone siempre una aparición, el ataque feroz del mundo, instigado por el demonio y permitido por Dios para preservar a la niña en humildad, es tremendo. Ni sus padres, ni su hermano Julien, ni su mejor amiga la creyeron en un principio. Las respuestas que recibió fueron de total humillación: “Eres una tonta”, “tú estás loca”, “tonterías”. El señor Beco, no obstante, quedó perplejo pues creía en la sinceridad de su hija que no era dada ni a la mentira ni a las fantasías.

Ante el Sacerdote

El sacerdote, Padre Louis Jamin, en un principio, tampoco lo acabó de creer: “¡Oh, seamos prudentes, no es fácil ver a la Virgen. Seguramente habrá oído hablar de los niños de Beauraing, a los cuales, según dicen, se les ha aparecido en estos días la Virgen, y debe creer que ella también ve.”
Sin embargo, el sacerdote comprobó un efecto espiritual positivo en la niña, pues había regresado a sus clases de catecismo, las que había abandonado hacía tres meses, recibió el material con un entusiasmo nuevo y aprendió su lección perfectamente. Esto sorprendió favorablemente al Padre Jamin, porque Mariette siempre había sido la peor estudiante de la clase.

Este cambio repentino hizo que el sacerdote la llamase y la examinase, preguntándole sobre su experiencia con la Señora, mientras cuidadosamente lo anotaba todo en un informe completo, que más tarde enviaría al Obispo. Observó también que la niña era coherente, que no había contradicciones en su testimonio, que le hablaba muy calmada, sin ningún deseo de sobresalir en la historia que narraba. El Padre Jamin no la despreció ni la tachó más de ilusa y únicamente le dijo que rogara a Nuestra Señora que la guiara.

Segunda Aparición: “Posa tus manos en el agua”

Tres días después de la primera aparición hacía un gran frío, era miércoles, 18 de enero. Por la noche, hacia las siete horas, Mariette, dominando su acostumbrado miedo a la oscuridad, sale de casa. Se arrodilla en el sendero que de la casa va hasta la barrera del huerto. Su padre la mira desde adentro.

Reza bajito, levantando del suelo un poco la vista hacia el mismo lugar en donde la había visto el domingo anterior. La Virgen aparece por encima del bosque. Se acerca creciendo poco a poco, pasando por entre los pinos. Una especie de pequeña nube gris la separa del suelo. Un brillo deslumbrador emanaba de ella. Mariette, a unos 5 pies de la Virgen, podía sentir el ardor desde donde estaba arrodillada.

Mariette se levantó, como si estuviera guiada por una mano invisible, hacia un lugar particular que la Virgen quería enseñarle.
“¿A dónde vas?, le gritó su padre.
– “Ella me está llamando”, contestó la niña, sin detenerse.

De pronto se para, se arrodilla, se queda un momento así, recitando algunas Avemarías, se levanta y continúa su camino, guiada por la Virgen, Se para y se arrodilla en distintas partes del camino, hasta llegar a un manantial, donde la Señora le dice:

“Posa tus manos en el agua. Esta fuente me está reservada. “

La Virgen quiere el manantial, como lo explicará en la tercera aparición, no tanto para Ella sino para comunicar gracias a todos sus hijos, de todas las naciones, en especial a los enfermos.

Cuando el Padre Jamin se enteró, fue a casa de la familia Beco en compañía de un amigo y de otro sacerdote. Cuando llegó, Mariette ya estaba acostada durmiendo, por lo tanto habló sólo con el padre de la pequeña, quien le explicó lo sucedido. Al final de la entrevista, el sacerdote le preguntó al padre de Mariette si él creía la declaración de la niña sobre lo que ella había visto. Su respuesta fue: “Sí, yo lo creo, y para mostrarle a usted cuan profundamente creo, mañana voy a ir a la Iglesia para confesarme. Me gustaría recibir la Comunión de nuevo. Esta será la primera vez que la reciba desde mi Primera Comunión cuando niño”. Conversión inminente, fruto de gracia tumbativa de Dios. Un auténtico milagro moral. Es la segunda prueba favorable.