Tratar bien a los malos y mal a los buenos

Algo que suena ilógico, pero es bastante habitual en nuestro comportamiento, es tratar de buen modo a los malos y de mal modo a los buenos. ¿Por qué es esto así? Por falta de verdadero amor, por supuesto, pero quiero hoy que nos unamos a meditar en lo profundo de esta extraña conducta social de nuestros tiempos.

Primero debemos aclarar que es muy difícil categorizar a la gente en buenos y malos, ya que muchos nos movemos en esa franja intermedia de quienes oscilamos entre la bondad y las actitudes de las que difícilmente nos sentimos orgullosos. Sin embargo, es cierto también que existe una franja de gente que por motivos diversos se mueve en general en lo que calificaríamos como comportamientos agresivos, dominantes o poco considerados de los demás. Para simplificar, los llamo aquí los malos, aunque nadie es absolutamente malo salvo satanás y su cohorte de servidores. También es cierto que hay otra franja de gente que en general es bondadosa, considerada y orientada a comprender y servir a los demás. A estos benditos de Dios los llamo a los fines de esta reflexión como los buenos, aunque solo Dios es absoluta e infinitamente Bueno.

Pues planteadas así las cosas, he observado de manera bastante consistente que tendemos a ser corteses y considerados con los malos, y bruscos y poco considerados con los buenos. He meditado sobre el origen de esta ilógica forma de navegar la vida, y he encontrado respuestas posibles en dos planos, el estrictamente humano, y el espiritual.

Bien y Mal (ft img)En el plano humano, creo que tendemos a tratar bien a los malos por miedo y por conveniencia, en general. Es que les tememos, porque no sabemos de qué son capaces, ya que sabemos que su comportamiento y actitudes son impredecibles, y no tienen límites en su peligrosidad. Nos asusta el pensar que puedan ponerse en contra nuestro. Otras veces, los malos tienen poder por el simple motivo de que los malos comportamientos suelen ser motivo de éxito en el mundo. De tal modo, esta gente tiene autoridad sobre nosotros, y tememos que autoridad y maldad sean una mala combinación. En muchas oportunidades, finalmente, el poder e influencia de los malos nos puede dar algo a cambio, y en ese espíritu nos congraciamos con ellos.

Por otra parte, cuando nos encontramos con alguien bueno, tendemos a descargar las frustraciones de tener que tratar bien a los malos, tratando mal a los buenos. Esto es porque sabemos que ellos son gente de principios y valores, lo que los hace predecibles, y de algún modo inofensivos. No serán capaces de agredirnos o de reaccionar de modo violento a nuestro comportamiento. Cuántas veces hemos visto maridos que vuelven a casa a maltratar a sus esposas porque no pueden hacerlo en el trabajo. O viceversa. O cuantas veces vemos hijos que maltratan a sus padres porque sus amigos son agresivos y no les permiten ese trato. O simplemente no quieren perder esas relaciones para nada constructivas.

Estas observaciones de lo que ocurre en el plano humano se pueden enriquecer hasta el infinito, con análisis psicológicos más profundos, o investigando en las patologías sociales que nuestra sociedad promueve. Sin embargo, quiero enfocar ahora nuestra meditación en el plano espiritual, invisible a nuestros ojos, pero verdadero motor de muchas de las desgracias que vivimos a diario, y motor también de las maravillas que nos rodean cada día.

A nivel espiritual, podemos observar como el tentador, la serpiente antigua, o los ángeles caídos (como se prefiera llamarlos) tienen mucho que ver con estos comportamientos tan extraños. El tentador nos impulsa mediante los pensamientos que Dios le permite inyectar en nuestra mente, a tratar bien a los malos, que son sus trabajadores, a justificar sus malos actos y comprenderlos aunque de ellos salgan solo malos tratos y hostilidad. El quiere que nos hagamos amigos de ellos, que ingresemos a sus grupos sociales, porque si nos hacemos amigos de los malos, pues malos nos volveremos con el tiempo. La moral de los malos nos ira de a poco contaminando, nos acostumbraremos a relativizar y explicar sus maldades, y los beneficios humanos que surgirán de esas relaciones nos llevaran más y más a olvidar a los buenos, y a regocijarnos de ser parte del club de la gente orientada al mal. Y de a poco, de nuestra boca y en nuestros actos empezarán a manifestarse las influencias del mal.

Bien y mal 4 (ft img)Cuando nos acercamos a gente buena, en cambio, el tentador hace lo imposible para tentarnos a maltratarlos y alejarnos de ellos, porque sabe que las buenas compañías nos harán tarde o temprano buenos también. El nos inyecta pensamientos de crítica a los buenos, diciendo que son aburridos, anticuados, débiles y demasiado cuidadosos, y que no se benefician con las trampas del mundo, porque las evitan. También nos tienta con pensamientos que juzgan a los buenos como malos, implicando que su bondad es solo una fachada, pero que muy en el fondo ellos son malos también, porque nadie puede ser realmente bueno. En nuestros pensamientos el inyecta odio, resentimiento y desconfianza por los buenos, aunque no sepamos exactamente por qué, allí esta esa inclinación a desconfiar de lo que hacen, a no tenerles paciencia, a irritarse por su forma de ser.

El maligno de este modo nos tienta a alejarnos de la gente buena, a sentirnos incomodos con ellos, a rechazar la falta de apego a las cosas del mundo que los buenos tienen. Nos los presenta como fuera de época, poco adaptados a los beneficios de la modernidad que vivimos. La tentación es el espacio que Dios da al tentador, y vaya si la usa al máximo cuando empezamos a congeniar con gente llena de la Gracia de Dios.

Respecto de los malos, por supuesto que no recomendamos maltratarlos, sino tratarlos con justicia, con prudencia y ante todo con astucia. Pero lo más importante, es que reduzcamos al mínimo la interacción con ellos, a lo que nuestra vida cotidiana nos oriente en las obligaciones de estado que todos tenemos. Pero de ningún modo hacer amistad, o congeniar con los malvados, porque como bien sabemos, nada bueno sale de las malas compañías.

Dios quiere que venzamos a las tentaciones y seamos Luz para el mundo. Cuando obedecemos a las inspiraciones del Espíritu Santo, nada puede hacer en nosotros el tentador, y por supuesto será imposible que tratemos mal a la buena gente que Dios pone en nuestro camino, y más imposible todavía que nos hagamos parte de los círculos de los trabajadores del mal. Mientras tanto, hagamos lo imposible para ser buenos nosotros mismos, que ese es el fin mismo de nuestra vida.

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Autor: Reina del Cielo