

Al mover las manos hacia atrás y adelante frente a mis ojos, me di cuenta que había sido sanado, pero en lugar de saltar de alegría, me invadió el miedo y la turbación.
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El error y la ofensa suelen acompañarnos, a pesar de no desearlo, pero también está el Don Divino del arrepentimiento y el perdón... Dios nos lo puede conceder... si lo pedimos... (ver artículo)