Shia LaBeouf se convierte al catolicismo al interpretar al Padre Pío

El actor Shia LaBeouf (Indiana Jones y la Calavera de Cristal, Transformers), que está rodando una película sobre el Padre Pío, desveló este jueves, en conversación con el obispo Robert Barron, que se ha convertido al catolicismo.

Al borde del suicidio

Para la producción del film, dirigido por Abel Ferrara y en cuyo reparto figura Willem Dafoe (Platoon, El paciente inglés), Shia ha estado conviviendo largamente con una comunidad de capuchinos en Italia, en la Puglia [Apulia], para empaparse del estilo de vida del santo. Esa convivencia ha sido decisiva en su transformación.

A sus 36 años, para LaBoeuf la película supone un regreso a los focos tras un tiempo apartado de la profesión por todo tipo de problemas personales. Fue acusado de maltrato por su novia, la cantante británica FKA Twigs, y hubo de someterse a tratamiento por sus anteriores episodios de alcoholismo y estrés postraumático.

Conversación completa entre el obispo Barron y Shia LaBeouf.

“Llegué a tener una pistola encima de la mesa”, confesó a Barron, recién llegado en junio a la diócesis de Winona-Rochester (Minnesotta) tras siete años como obispo auxiliar de Los Ángeles. Un tiempo que le ha servido para conocer bien el ámbito de Hollywood y afianzar su proyecto Word on Fire de evangelización en la cultura audiovisual.

Esas ideas suicidas, reconoció el actor, le llegaron a consecuencia de todos los escándalos en los que se veía envuelto: “Cuando todo aquello pasó, ya no quería seguir viviendo. Sentí una vergüenza como no había experimentado nunca antes, ese tipo de vergüenza que hace que te olvides hasta de cómo se respira. Pero también tenía un profundo deseo de continuar”.

“Dios utilizó mi ego”

Sin embargo, su aceptación del papel del Padre Pío fue exclusivamente profesional. “No buscaba a Dios, me buscaba a mí y mi carrera. No tenía donde ir, era el último tren. No tenía donde ir… en todos los sentidos”, reconoce: “Ahora sé que Dios estaba utilizando mi ego para atraerme a Él, porque simultáneamente me estaba apartando de los deseos mundanos. Pero nada me habría impulsado a irme allí [al monasterio] si no hubiese pensado que tenía que salvar mi carrera”.

En ese sentido, Dios le “engañó” arrastrándole a ese rodaje: “Una vez aquí, hubo un cambio. Me sentí como ante un trilero. Pero no como algo malo, sino en el sentido de que no podía ver [bajo qué carta está la bolita]. Estaba tan cerca que no podía verlo. Ahora que el tiempo ha pasado, lo veo de forma diferente”.

Los nuevos amigos franciscanos

En ese tiempo, el trato con los religiosos le ha cambiado profundamente. Descubrió que había personas que habían ido mucho más lejos que él en el pecado y sin embargo habían reconducido su vida hacia Dios. Y, sobre todo, sintió que nadie intentaba obtener nada de él.

“El padre James es como un sheriff”, comenta sobre uno de los religiosos. “No sé si le conoce”, pregunta a Barron, “es como un abuelo. Su mano es enorme, a veces me la ponía en el hombro y me hacía sentir seguro sin que hablase mucho. Me integré en el grupo”.

Shia LaBeouf con algunos de los franciscanos con los que ha convivido para conocer el estilo de vida del Padre Pío.

Shia LaBeouf con algunos de los franciscanos con los que ha convivido para conocer el estilo de vida del Padre Pío. Foto: Instagram.

El obispo le sugiere que estaba empezando a conocer la fraternidad católica, pero para LaBeouf es algo más, pues no sentía como que “le estuviesen intentando vender algo”: “Era compartir risas y bromas, simplemente pasar el rato. En ese momento de mi vida, yo no tenía amigos. Ellos no me pedían nada, ni siquiera hacerse fotos. Simplemente nos sentábamos a pasar el rato”.

El descubrimiento de la oración, el silencio y el Rosario

También le impactó el hermano Álex, un hombre de su generación, “súper austero, muy de oración”. “Yo no sabía nada sobre la oración”, dice Shia, “ni siquiera sabía nada sobre el silencio, ni sobre la tranquilidad. Tenía un teléfono móvil en el bolsillo que me daba todo lo que mi ego necesitaba y que estaba sonando continuamente. No sabía tampoco nada sobre la meditación. Entendía la oración solo como memorizar palabras de otro, como un actor. El hermano Álex me dijo: ‘Vete a esa capilla con el Santísimo y estate callado. Simplemente siéntate y guarda silencio'”.

Él necesitaba exactamente eso, algo “simplificado” y “definido”, nada “esotérico”: “Algo muy práctico, que me hiciese poner los pies en el suelo”. Así descubrió que la oración es un proceso con cuatro partes: “El silencio te lleva a pensamientos de amor; los pensamientos de amor te llevan a actos de amor; y los actos de amor te conducen a la paz. Eso me impactó profundamente”.

“Estoy aprendiendo a rezar el Rosario”, añade, “abre una pausa en mi cabeza. Hace la oración algo táctil, es una gran oración: me saca de lo cognitivo y me introduce en lo físico, y eso abre un paréntesis en mi continuo monólogo interior. Y lo hace presente: está aquí, lo tienes en la mano”.

Uno de los pensamientos que le surgieron rezando fue el de llamar a su madre y decirle que la quiere: “¿Sabe? Mi madre no quiere saber nada de mí. Las noticias que le llegan son que maltrato a las mujeres, que le disparo a los perros… No quería saber nada de mí, no hablábamos… Pero la llamé, le dije que la quería y que yo estaba bien. Me dijo cuánto se alegraba. Y cuando colgué, sentí paz, había vencido el resentimiento y la animosidad que sentía hacia ella por no tener un amor incondicional”.

Justo entonces empezó a leer las Confesiones de San Agustín, donde relata su relación con su madre Santa Mónica y sus sufrimientos por los pecados de su hijo… “Todo empezaba a encajar”, se asombra Shia, quien explica que así empezó a comprender la idea cristiana del pecado y del perdón e iba saliendo de ese periodo oscuro de su vida: “Ver a otras personas que habían pecado más allá de lo que yo podía imaginar y que habían encontrado a Cristo me dio esperanza”.

La misa del Padre Pío

A todo esto se sumó su propio estudio sobre la figura de San Pío de Pietrelcina. Sintió el peso de la responsabilidad de interpretarle, porque los franciscanos le habían pedido: “No le dejes mal. Él es lo único que tenemos”.

Shia LaBoeuf, en el papel del Padre Pío celebrando misa. Foto: Venice Days.

Además de la vida del fraile estigmatizado, le impresionó representarle diciendo misa. Para ello asistió a misa tradicional, la que decía el santo de Pietrelcina, fallecido en 1968: “La misa tradicional me afectó profundamente. Porque no se estaba haciendo como para venderme algo, sino como algo que me estaba introduciendo en algo muy especial. Activaba algo en mí, como que había encontrado algo”.

En cuanto al latín, Shia piensa que “hay lenguajes de los que no necesitas conocer las palabras, y eso es lo que yo sentía al ver las misas del Padre Pío; experimentaba profundamente lo que allí estaba pasando, y eso es más potente que conocer todas y cada una de las palabras, porque te saca de lo intelectual y te introduce en el sentimiento y en la belleza” y no solo en el ámbito “racionalista y lógico de palabras, palabras, palabras”. “La misa tradicional me introduce en la esfera del sentimiento de lo sagrado a lo que te conectas, precisamente porque no sé lo que las palabras significan”, añade.

LaBeouf afirma que nunca fue ateo, a pesar de que leía a los escritores antirreligiosos contemporáneos más célebres, como Christopher Hitchens o Sam Harris. Era más bien agnóstico: “Siempre había tenido alguna creencia, pero nunca una conexión. La misa tradicional me dio algo a lo que sentirme conectado. Me saca de la creencia para entrar en la conexión. Creo porque es lógico y racional creer -no es lógico ni racional ser ateo-, pero demasiada lógica y demasiada razón te sacan del sentimiento y de la conexión”.

Tan conectado se siente a esa realidad, que rechazó la petición de su director, Abel Ferrara, de utilizar acento italiano al representar las misas del Padre Pío. La película se había convertido en algo demasiado personal para él como para utilizar “máscaras”: “Al practicar la misa tradicional yo vivía emociones auténticas. Imitar el acento del Padre Pío me habría sacado de algo que siento como muy personal”.

Un fascinante itinerario espiritual

Una vez que empezó su proceso de conversión, Shia pensó en el bautismo, pero descubrió que ya estaba bautizado, aunque él no lo recordaba. Le había bautizado un tío suyo.

“Fue extraordinario sentarse para una conversación tan profunda con Shia LaBeouf”, confiesa Barron: “Es uno de los más convincentes actores de su generación y un hombre con una historia fascinante que contar en cuanto a su itinerario espiritual. Creo que cualquiera que esté luchando por encontrar el camino a Dios estará interesado en lo que él tiene que decir”.

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Fuente: Religión en Libertad