Darle valor al dolor, a nuestros miedos y angustias, y hacer sonreír a Dios, es fundamentalmente hacerle un favor a nuestra alma, que purificada avanzará por esta vida con mayor sabiduría.
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Pedro decidió abandonar el mundo exterior y abrazar la vida religiosa, entrando al convento de Fonte Avellana, comunidad de ermitaños. (ver artículo)