Por qué la eutanasia no significa morir dignamente

Hoy compartimos un documental preparado por «ADF international», una organización con principios cristianos que promueve la dignidad de las personas desde una perspectiva del derecho y los asuntos legales. 

En esta ocasión, destacan cómo ha evolucionado la práctica de la eutanasia al haberse legalizado en Bélgica. Lo que se veía años atrás como una condición muy particular y novedosa de este país europeo, ahora no es raro que sea motivo de cuestionamiento y debate en diferentes países.

La eutanasia cada, vez más, va ocupando primera escena en muchos países, a nivel médico, universitario, político, en los medios de comunicación, en los diálogos familiares y cotidianos. 

Y es que al haberse planteado su legalización, no solo en adultos sino en niños, ha llevado a que muchos tomen una postura, con reflexión de fondo o sin ella. Aprovechando esta temática quisiéramos proponer algunas reflexiones.

Definiendo conceptos

Una alumna de medicina, en Colombia, sorprendió con lo que dijo: «Yo pensaba que lo que se hacía en cuidados paliativos era lo mismo que la eutanasia». Esto nos lleva a pensar que hay muchos términos que resultan equívocos y confusos, y que gracias a la desinformación se tiende a malinterpretar.  

Es importante resaltar que la eutanasia es un acto que busca provocar intencionadamente la muerte de una persona que padece una enfermedad incurable. Es decir, con un procedimiento, que muchas veces es la aplicación de medicamentos a dosis letales, lo que se busca es que la persona enferma muera en pocos minutos. 

Si bien se ha promovido esta práctica con el objetivo de aliviar el sufrimiento, no hay que olvidar que en su naturaleza este fin contempla el medio de acelerar la muerte de una persona. 

La eutanasia se practica comúnmente a petición del paciente que siente que es la manera de poner fin a sus dolores y sufrimientos. Un médico, o un profesional de la salud, es quien lo lleva a cabo acogiendo esta solicitud. 

En algunas sociedades esta práctica está tan normalizada que a veces se practica como si fuera algo de poca trascendencia, se podrá equiparar a algo cotidiano como recetar un medicamento para el resfrío o tomar una muestra de sangre.

Es importante aclarar que los cuidados paliativos se diferencian fundamentalmente de la eutanasia porque estos respetan el ritmo natural del proceso vital. Es decir que las intervenciones que se hacen no aceleran, pero tampoco postergan la muerte del enfermo.

Sobre autonomía

Cuando se promueve la eutanasia se respalda a través del derecho y del principio de la autonomía y libertad de la persona que lo solicita. Sin embargo, es importante no olvidar que los médicos son también personas con libertad y derecho a ser autónomos. 

A veces este tipo de prácticas que se difunden y se promueven desde lo legal, pareciera que tienen un carácter de obligatoriedad que restringe una sana autonomía y también atenta contra los principios y convicciones personales (¡Ojo! No son solo de índole religiosa como muchos cuestionan, también las hay de tipo moral y ética). 

En este sentido parece increíble ver cómo se condenó hace pocos días a un médico en Argentina que se negó a practicar un aborto. ¿Acaso los médicos no tienen también derecho a que se respete su autonomía y libertad?¿Acaso no tienen derecho a ser fieles a su consciencia, a los compromisos éticos que adquirieron cuando comenzaron con la práctica de la medicina, y a sus convicciones y principios?

No es el único camino

«Si la persona se siente amada, respetada, aceptada, la sombra negativa de la eutanasia desaparece o se hace casi inexistente».

Papa Francisco

Los médicos, con frecuencia, tienen la experiencia de encontrarse con enfermos de cáncer que ya no tienen posibilidades de curarse y que sufren mucho —especialmente por perder fuerzas, independencia, por sufrir mucho dolor físico, del alma y del espíritu— que me han expresado: «Yo así no quiero vivir más, mi vida no tiene sentido», «Si he de seguir sufriendo esto, prefiero estar muerto». 

Es comprensible que cuando se experimenta tanto dolor, se busquen soluciones y salidas rápidas. Pero no es raro que muchas personas sientan que las puertas se les cierran, incluso por parte de médicos que les dicen: «Por usted ya no hay nada por hacer».

¿Quién no pierde así sus esperanzas? ¿Quién no pensaría en su condición que ya no hay sentido y que no vale la pena seguir adelante? Sin embargo, cuando se empieza a atender a estas personas y se les puede explicar en qué consisten los cuidados paliativos (aliviar y mitigar el sufrimiento de manera integral), y así muchos sentirían que realmente lo que querían no era morir, sino sentir que su sufrimiento pudiera ser llevadero. Que no tienen que cargarlo solos, que hay esperanzas de tener menos dolor. 

Incluso algunos que deseaban la eutanasia cambian su parecer, pues con menos sufrimiento la vida tiene otro color. Se estaría, entonces, muy de acuerdo con lo que dice el Papa: «La respuesta que hemos de dar es no abandonar nunca a quien sufre, no rendirnos, sino cuidar y amar a las personas para devolverles la esperanza».

Muerte digna

Cuando se habla de muerte digna, como promueve la eutanasia, se está cayendo en una mirada parcial y reductiva. Pues no se tiene en cuenta que morir dignamente no es solo apagar a cualquier costa el sufrimiento, sino que en el momento de la muerte se respete el valor de esa persona. Se considere que es un ser con un cuerpo, un alma y un espíritu que necesitan ser atendidos con reverencia. 

Morir dignamente implica que aquella persona sea atendida con cuidado, acogido con amor, con ternura y cariño, buscando su bienestar máximo. Que no esté solo, que esté preparado y en paz para esta transición de vida.

Nos podríamos preguntar si las personas que han encontrado en la eutanasia una salida, será porque nadie les ofreció otra alternativa. O saber si acaso le encontrarían un sentido diferente a sus vidas si se les ofreciera caminar con ellos y hacer más llevadero su dolor.

También podríamos cuestionar si las sociedades, antes de pensar en la eutanasia, están realmente agotando recursos, como los cuidados paliativos. Ya que, ciertamente, esto último exige más, no solo recursos materiales, sino compromiso y compasión de parte de los profesionales.

Conclusión

Los tiempos actuales exigen que nuestras aproximaciones y posturas sean bien fundamentadas. Que nos informemos y formemos bien para que podamos comprender de qué se trata cada una de las realidades que a veces se promueven y cobran importancia por las voces que hablan más alto, pero no necesariamente diciendo lo que es verdadero o moralmente correcto.
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Fuente: Catholic-link