Milagrosa curación por intercesión del beato Manuel González

¿Por qué nosotros? ¡Para ser instrumento del Señor!

Este es el testimonio de D. Ramón Carballás, cuya madre fue curada de forma inexplicable tras pedir la intercesión del beato Manuel González.

Viví muy de cerca los extraordinarios hechos sucedidos en mi madre en su milagrosa curación gracias a la intercesión del beato Manuel González. Viví igualmente muy de cerca su fe.

Desde el primer momento me pregunté por qué nosotros, cuál era el sentido de que el Señor nos hubiera dado el regalo de unos años más de vida a mi madre, para qué.

Pronto brotó en mí de forma clara la respuesta: ser instrumento del Señor en la transmisión del mensaje y obra del beato. Algo tan maravilloso no se podía quedar solo en nosotros, en nuestra familia. Teníamos que comunicarlo, dar testimonio, y todo ello debía ser ayuda en la obra del beato.

Palabras que transforman

Fui conociendo sus textos, sus obras, sus mensajes claros y directos. Palabras escritas hace casi cien años pero que siguen siendo plenamente actuales y necesarias. No necesitan revisión. Enseñanzas prácticas, consejos útiles y sencillos. Y sobre todo su mensaje eucarístico: la Eucaristía como fuerza para el cristiano.

A través de la Eucaristía hacer comunión con Jesús, y desde la Eucaristía y desde Cristo poder desarrollar nuestra vida como cristianos, salir afuera y relacionarnos con los demás, en nuestro entorno: en nuestra familia, con nuestros amigos, en el trabajo, con desconocidos, … Cuánta verdad hay en esto. Y estamos tan necesitados de este apoyo. Percibí en primera persona la fuerza y el empuje que en las Hermanas Misioneras Eucarísticas de Nazaret, en la UNER, en la Familia Eucarística Reparadora, en la difusión del mensaje del beato Manuel González, había significado lo que había sucedido en mi madre. Savia fuerte que se ramificaba y se difundía con rapidez.

Un Dios cercano

He sido siempre una persona creyente, a quien la fe le ha ayudado a superar momentos difíciles. Pero a raíz de estos hechos un cambio profundo se produjo en mí. La sensación de la proximidad del Señor en mi vida, en mis actos se hizo intensa. De una forma natural, mi fe se ha visto fortalecida, y está presente en mí y así lo siento. No como una parte distinta de mi raciocinio, sino plenamente integrada en él.

Y esto me ha dado mucha paz, mucha felicidad interior, y mucha fuerza. Un enfoque sereno de la vida. No han cambiado sustancialmente mis actos o actividades habituales, como padre, como esposo, como amigo, como profesional (soy abogado y trabajo en un banco), pero sí que siento mucha fuerza vital, y especialmente señalaría con una mayor sensibilidad hacia los que me rodean en un plano de ayuda interior. A lo largo de estos años en numerosas ocasiones, con amigos, en el trabajo, con gente incluso desconocida con la que fortuitamente me he cruzado, percibiendo a veces desorientación, dolor, he dado testimonio de lo que sucedió, y he querido transmitirles mensajes del beato que creo que les podían ayudar. Les he animado a orar y a encomendarse a él, les he dado en ocasiones estampitas y reliquias. Más creyentes o menos, o incluso nada, siempre he percibido que el mensaje y el testimonio les tocaba, y escuchaban. Y he sentido en muchas ocasiones que reconfortaba, y por testimonios posteriores que les había ayudado a tener paz, sosiego, aceptación. Incluso con los escépticos, en su silencio, que una semilla quedaba plantada.

Esta es mi misión

Me siento partícipe de una obra, y eso me reconforta porque creo que es esa mi misión, y la forma de agradecer esta gracia recibida a través del beato Manuel González. La oración, mi comunicación con el beato a partir de entonces me ha llevado a entender la fortaleza cuando no se pide algo concreto predeterminado, sino que sea lo que deba ser, y que lo acepte, y lo entienda y lo asimile. Que la Providencia intervenga en mis actuaciones. Y esto me ha dado mucha paz y serenidad.

Sé que el Señor nos ha dado un regalo maravilloso a mí y a mi familia. Mi mujer, mis hijos (de 16, 13 y 8 años), todos hemos vivido, recibido, compartido este regalo. Ahora nos toca que seamos dignos merecedores de ello.

Espero que mis hijos conserven todo esto y que igualmente les ayude y lo transmitan a los demás, que no se lo guarden solo para ellos. Y para todo ello contamos con la fuerza de la oración y la Eucaristía. Así lo siento. Así lo creo. Tengo la certeza.

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Fuente: Artículo publicado en la revista “El Granito de Arena” de enero de 2016, Ed. EGDA.
Autor: Ramón Carballás Varela