Hemos de enseñar a nuestros hijos a que puedan hablar de su fe sin complejos ni vergüenzas, convencidos de que creer es una riqueza personal y espiritual.(ver artículo)
Hemos de enseñar a nuestros hijos a que puedan hablar de su fe sin complejos ni vergüenzas, convencidos de que creer es una riqueza personal y espiritual.