Jóvenes, escuchen

Siento una emoción especial cuando pienso en mi querido Juan Pablo II. Es tan fuerte la unión espiritual con él, que no puedo dejar de meditar en el Buen Dios que tenemos, que nos regaló semejante Papa. El Amor en su recuerdo nos impregna del deseo de que él estuviera aún entre nosotros, con su sonrisa eterna, sus ocurrencias, sus consejos que nadie sensato podría ignorar, su mano firme al timón de la Iglesia. El mismo Papa Benedicto XVI debe extrañar a Juan Pablo cada día, como grandes amigos y compañeros de apostolado que fueron.

JUAN PABLO II

Hay una anécdota de la vida de Karol Wojtyla a la que quiero referirme hoy, porque describe de modo contundente a una espina clavada de modo particular en las Sienes de Nuestro Señor. Ocurrió en Santiago de Chile durante una de las visitas que él hizo allí, en los años en que aún joven y fuerte recorría el mundo como si fuera un San Pablo moderno.

Era una jornada especialmente convocada para los jóvenes en el estadio nacional. Los jóvenes de todo el mundo amaban a Juan Pablo, porque su estilo y palabra eran frescos, renovadores, sin demasiados protocolos. Una unión especial se producía en cada oportunidad en que Karol hablaba como si fuera un joven más, a las multitudes que lo aclamaban.

Ese día habían estado las chicas y chicos chilenos expresando una y otra vez su amor por Juan Pablo, y él quiso explicarles entonces por qué lo amaban. Era simplemente porque veían reflejado a Jesús en su figura. Sin Jesús, bien sabía Juan Pablo que él no era nada, absolutamente nada, y para hacer más claro el mensaje, les mostró ese día una gran imagen de Jesús y les dijo que no debían tener miedo de amarlo.

La multitud respondió con una fervorosa aclamación, gritando que amaban a Jesús y que estaban dispuestos a seguirlo. Juan Pablo se estremeció de alegría. ¡Quien podría no haberse estremecido al ver a decenas de miles de jóvenes gritando su amor por Jesús!

Juan Pablo vio entonces la oportunidad, y dobló la apuesta. Le preguntó a la multitud de jóvenes si estaban dispuestos a renunciar al sexo fuera del matrimonio, por seguirlo a Jesús. La respuesta no se hizo esperar, fue un ensordecedor no.

Juan Pablo II - abrazo de cruz-

Juan Pablo se quedó abatido, largo rato, con un rostro que mostraba el dolor del hombre que sólo quiere el bien de las almas y se encuentra con un muro que obstruye su camino. No hago más que meditar en qué cosas habrán cruzado por su mente en ese momento, el fuerte deseo de irse a un rincón, a llorar a solas. También qué pensamientos habrán cruzado por las mentes y los corazones de los miles y miles de asistentes a esa jornada. Creo que el episodio habrá marcado sus vidas, y vuelto una y otra vez a la memoria. De hecho, esta historia fue referida a mí por alguien que siendo aún joven, asistió aquel día al estadio nacional en Chile.

Este triste episodio en la vida de Juan Pablo II ocurrió varios años atrás, y creo que el mundo lejos de mejorar, ha venido empeorando. Yo creo que hay una conexión entre el derrumbe social y moral que se advierte en todas partes, y lo que ocurrió aquel día a la generación de los que hoy somos adultos. Pareciera que los países van de mal en peor, porque cada día hay peores gobiernos, cada día vemos surgir peores leyes, cada día percibimos más oscuras perspectivas de cara al futuro.

En la raíz de todo mal está el pecado, y si los jóvenes de una generación no son capaces de reconocer y abrazar la virtud, pues esa generación cae luego en problemas serios. Los lideres de toda sociedad fueron una vez jóvenes, y es en esa juventud donde forjan la conciencia con la que guiarán a otros. Es por eso que una juventud sin virtud hoy, pronostica nubes de tormenta para mañana. Esta es una realidad impregnada de un fuerte contenido moral y social, pero es fundamentalmente una realidad espiritual, porque como dije antes ?en la raíz de todo mal está el pecado?.

Necesitamos una generación de jóvenes que abracen el anhelo de la santidad, de la virtud, de amar a Dios no importando los sacrificios. Juan Pablo se entristeció aquel día, porque supo cuan mala era la respuesta que obtuvo a tan fundamental pregunta, y las consecuencias que eso traería a esa generación.

¡Jóvenes de hoy, en sus manos está la esperanza!