El Papa y el Rabino

Los testimonios publicados en esta sección son responsabilidad de quien los firma. Al publicarlos www.reinadelcielo.org no está emitiendo ninguna opinión sobre la veracidad de los dichos, sino que sólo ha entendido que sus contenidos no contienen nada que atente contra las verdades de la fe y la moral y sí entiende que pueden ser favorables para el crecimiento espiritual de nuestros lectores. El juicio final sobre los hechos publicados corresponde a la Iglesia, a la que nos sometemos.

La redacción de Reina del Cielo

 

Nosotros amamos a Juan Pablo II el Grande, porque ha sido el Papa de nuestra generación, así como Su Santidad Benedicto XVI es el continuador de su obra al comando de la Nave de la Iglesia. Un lector del que ni siquiera sabemos su nombre (así son las cosas de Dios) nos ha enviado este testimonio, que grafica el proceso de contrucción de un santo, porque en el corazón asi consideramos a Juan Pablo, a la espera de que la Iglesia lo eleve un día a los altares.

 

Testimonio de un lector

Meir Lau y Juan Pablo IILa primera vez que escuché esta historia fue hace varios años contada por el padre Angel Rossi. Hoy la comporto junto con una presentación que he recibido con este tema.

Los signos del Señor son asombrosos: El Papa Juan Pablo II, en una solemne sala del Vaticano, recibe a una de las más altas autoridades religiosas del judaísmo, el gran Rabino del Estado de Israel, Meir Lau.

La formal entrevista se llevó a cabo en fraternal marco y quedó espacio para el relato anecdótico. Entonces, el religioso judío narró al Sumo Pontífice un hecho acaecido hace largas décadas en una ciudad europea.

Le contó que terminada la Segunda Guerra Mundial, una mujer católica se dirigió al párroco de su pueblo, para hacerle una consulta. Ella y su esposo, tenían a su cuidado, desde los días de la guerra, a un pequeño niño judío que le habían encomendado sus padres poco antes de haber sido enviados a un campo de concentración.

Los padres del niño, desaparecidos en el trágico infierno de la masacre nazi, habían previsto para él un futuro en la tierra de Israel, soñaban con ello. La mujer se encontraba ante una encrucijada y pedía al sacerdote católico un consejo, ya que su intención era bautizar al niño en agradecimiento por haber sobrevivido a la masacre. El párroco tuvo una pronta y comprensiva respuesta: Se debe respetar la voluntad de los padres?.

El citado niño judío fue enviado al entonces naciente Estado de Israel, donde se criaría y educaría. La anécdota resultó muy interesante para Karol Wojtyla, y pasó a ser más conmovedora aún, cuando el gran rabino le aclaró la identidad de aquellas personas:

Ese párroco católico era Usted, Eminencia . Y ese niño huérfano? era yo.