La Fe reforzada o constatación

El misterio de la Fe. ¿Por qué algunos creen, y otros no? ¿Por qué para algunos es fácil, mientras para otros es tan difícil? Muchas personas me dicen, ¡como desearía creer como tú crees! Y mirando en mi interior, no se responder. La Fe es algo que nace y se fortalece, pero la persona no sabe cómo es que ese algo nuevo brota de modo tan firme y vigoroso.

Lo primero que debemos comprender es que la Fe es una Virtud Teologal, junto a la Esperanza y la Caridad. Eso quiere decir que estos tres sentimientos provienen directamente de Dios, que el Señor los da a unos o a otros en distinta medida por motivos inexplicables en nuestro débil entendimiento. Algunas veces provienen de la respuesta de Dios a la oración propia, o de otros. Y tantas otras veces es simplemente inexplicable. Pero en cualquier caso, es algo que debemos pedir a Dios en todo momento, que nos de y refuerce nuestra Fe, nuestra Esperanza y nuestra Caridad.

Niño que rezaSin embargo, tratando de comprender los misterios de Dios respecto de la Fe, he hablado con un sacerdote amigo que me preguntaba por el origen de mi propia Fe. Debo reconocer que yo no tenía prácticamente Fe, y sin embargo ella nació y se alimentó de una experiencia de vida que me dio testimonio directo de la existencia de Dios. Si, fue uno de esos hechos de los que se escucha aquí y allá, que se derraman sobre algunas personas sin que se vea en modo visible el criterio de selección utilizado por el Señor. Este sacerdote me dijo entonces, en forma muy clara, que Dios utiliza estas Gracias para brindarnos la constatación, la capacidad de constatar la existencia de Dios y Su mundo sobrenatural.

La constatación se produce a través de experiencias interiores muy profundas, pequeñas unas veces y grandes otras, que dan al alma la certeza de que Dios ha actuado. En muchos casos ocurren de tal modo de desafiar la razón y los sentidos, la naturaleza misma, a fuerza de impulsar en el alma que las experimenta la convicción interior de que Dios se hizo Presente. No hay posibilidad de que alguien confirme o no lo que ocurrió, ni necesidad de que otros opinen. La persona sabe, en su interior, lo que ha ocurrido. Vistos de este modo, los momentos de constatación de la Divinidad de Dios sirven para dar fuerza a una Fe que a partir de allí se apoya en el recuerdo de lo vivido.

¿Por qué hace Dios esto? La constatación es como un puente entre el Cielo y la tierra, es como un relámpago por el cual el alma cruza las fronteras de la humanidad y se encuentra inmersa en los albores de la Divinidad, a los Pies del Trono de Dios. Un pedacito de Cielo se derrama entonces sobre el alma de estas personas en estos breves instantes de cercanía con lo Divino.

Espíritu Santo (feature img)Es evidente que Dios hace una gran inversión cuando elige a estas almas. Como lo dijo en la parábola de los talentos, Jesús espera mucho rédito de todo don recibido, y la constatación es algo muy grande a los ojos del Señor. Estas personas, que tienen una Fe reforzada por Gracia de Dios, tienen a partir de allí la posibilidad de confirmar a otros en su Fe. Es la obligación de estos bendecidos por el Espíritu Santo el dar a otros de ese alimento recibido, haciendo que su Fe crezca y se fortalezca a partir de la seguridad que ellos manifiestan en su actuar y hablar. Estas personas tienen la opción, y la obligación, de cambiar su vida de tal modo que los demás digan: ?no se si es verdad lo que manifiesta, pero su vida ha cambiado de tal modo que tengo que creer que Dios ha pasado a su lado?.

El maravilloso puente de la constatación se ilumina frente a las almas que se aproximan, y ellas quieren tocarlo, escuchar su testimonio. La experiencia de haber vivido un hecho próximo al mundo de Dios se refleja en las palabras, los gestos, la forma de vida. Quienes creen, tienen en ello un modo de reforzar la propia Fe, es una constatación indirecta la que se ofrece a ellos, una confirmación en la Fe a partir del testimonio de otra alma.

Dios tiene muchos modos de ayudarnos a reforzar nuestra Fe en Su Presencia. A veces Sus modos son sutiles, otras veces impetuosos y sorprendentes. En todos los casos, Jesús se ajusta a las necesidades y las posibilidades de las almas, a lo que El considera mejor para nosotros. La respuesta, es siempre nuestra. La constatación de la Fe no cambia a un alma, sino que la coloca en una obligación muy grande frente al don recibido. Si no se responde, mejor hubiera sido no haber recibido nada. Pero si se responde, se da a Dios una felicidad muy grande, la de ver que Su Semilla se reproduce de modo vigoroso, vital y genuino.