La canción que puede ayudarte en una crisis de oración

Dios nos busca primero que nosotros a Él

«Ustedes no me eligieron a mí; he sido yo quien los eligió a ustedes» (Jn.15). Es la mayor prueba de que lo que creemos hacer por Dios, siempre tiene origen en Él mismo, en Él primero. A veces nuestra fatiga con la espiritualidad-religión nos hace pensar que requiere que seamos ya unos monjes expertos en santidad. Olvidamos que quien lleva siempre la primicia de nuestro camino es Él, que quien funda estos sentimientos de amor es Él y quien nos busca primero siempre es Él. Quizá lo difícil es dejarnos encontrar…

Nuestra oración, junto con nosotros, crece y se transforma 

¿Pues qué es la oración? La oración no es la letanía, las alabanzas en lenguas antiguas, los lemas en latín, las canciones, los días de una novena. La oración es nuestro diálogo con un amigo, un Otro, un Todo, Dios que con amor también humano nos quiere seducir.

Nuestra relación con Dios se va haciendo según crecemos, maduramos, vivimos heridas y fracasos, éxitos y alegrías, cambios o rutinas. Jesús te ama, te conoce, sabe lo que estás viviendo y por tanto lo que mejor te haga sentirlo cercano: un café en el silencio del día, su entrega en la Eucaristía, una canción de amor etc.

¿Dios como amigo/Padre te llevaría un día nieve de limón si sabe que estás enfermo de la garganta?, ¿o te dejaría rezar 10 Padres Nuestros si sabe que no puedes ni hablar mientras lloras por dentro?, ¿qué oración te haría sentirlo aquí contigo?

Y esta es la canción de Morat, «Yo más te adoro», que también puede venir en nuestro rescate, cuando, a veces, el orar pierde sentido. Te invitamos a escucharla

«Me tienes loco…»

Eso podemos captar con esta canción y con muchas otras que nos pueden hablar de Su amor, que no es un amor tirado al aire y que nosotros debemos atrapar entre nuestras manos. Su amor está lanzado hacia nosotros, nosotros somos el objeto de su amor y no se cansa de seducirnos.

«¿Cómo te explico? Yo me enamoro, entre más huyes, yo más te adoro…» La experiencia que tenemos con las personas nos hace esperar lo mismo de Jesús, pero este amor de Jesús es siempre más, más de lo que esperamos. Esta canción describe la esperanza que tiene Dios de llegarnos siempre a la vida, al corazón. No importa si hemos dejado la oración, la misa, su Palabra, el amor… Él siempre está enamorado de nosotros, ¡somos por quien hace fiesta y no los 99 justos que no necesitan conversión!

«Hoy te quiero decir, con todo y esto, una vida sin ti no vale la pena…»

La culpa es otro nombre para la soberbia, una trampa del demonio que solo nos quiere alejar del reencuentro que tenemos con Dios. Cuando hemos pasado un rato sin acercarnos a Dios nos da un poco de vergüenza simplemente volver a Él, Su amor nos sobrepasa el entendimiento y creemos que está enojado.

La culpa nos hace ver a Dios como impotente ante nuestros pecados, errores o miedos. Pero Dios siempre desafía las barreras y nos encuentra. Quizá solo toque bajar la guardia: decirle «Ay, perdón, me perdí, tú me conoces, pero aquí estoy otra vez, ¿qué me querías decir?».

«Me tienes loco, desesperado, pues tus problemas son complicados»

Podemos imaginar a Jesús con su preocupación tan real por nosotros. ¿Cómo mira Jesús nuestros amores y desamores, heridas y triunfos? ¡Qué tanto le toca desenmarañar, sanar, guiar! Quizá somos muy duros con Él: démosle tiempo de irnos revelando sus respuestas, su amor, su compañía y nuestra fuerza y fidelidad poco a poco, día a día.

No nos desesperemos, hay etapas donde hay que confiar que está actuando en nosotros y en nuestro mundo aún cuando parece que está en otras cosas.

¡Esto es lo que quiere decir Pablo cuando dice «Dios es quien justifica»!

«Ante esto ¿qué diremos? Si Dios está por nosotros ¿quién contra nosotros? …¿cómo no nos dará con él graciosamente todas las cosas?, ¿quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es quien justifica. ¿Quién condenará?, ¿acaso Cristo Jesús, el que murió; más aún el que resucitó, el que está a la diestra de Dios, y que intercede por nosotros?

¿Quién nos separará del amor de Cristo?, ¿la tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada? Pero en todo esto salimos vencedores gracias a aquel que nos amó. Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni las potestades ni la altura, ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro».

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Fuente: Catholic-net